sábado, 10 de noviembre de 2012

Limón del olvido

Foto: Te de nube con limón de sol i luna

Después de todo de Rodolfo Serrano

Después de todo, ya no te echo de menos.
Porque eso es lo que pasa cuando el alma
se acostumbra
a la ausencia de un cuerpo.
Y sólo queda
esa melancolía de los viejos amantes,
cuando apenas consiguen
recordar cómo era
la caricia gloriosa, el temblor delicado
de un vientre, una palabra,
el gusto a la saliva
y esa muerte pequeña de cada madrugada.

Estoy hecho a tu ausencia. Lo mismo que si fuera
la tarea diaria para ganar el beso.
Igual que si estuviera
esperando unos labios sin parada.
Como si entrara en bares
donde sirven
el calor de tu piel con un chorrito
del limón del olvido.
Sabiendo que ya nada ha de juntarnos
el nombre y apellido de tu carne
con el hueso sin letras de mi cuerpo.

Ya no te echo de menos.
Sólo siento
de corazón en cuando
una suave nostalgia,
el miedo a que no seas.
Y entonces te recreo. ¿Cómo era,
tu blusa y tu sonrisa?
Si acaso, sueño mío, en este instante
añoro a una mujer
que no sé si existió. Y que no importa.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Sábado sabadete

Foto: Amanitas muscarias de Amaya Quirós (la abeja reina)


A veces el cuerpo nos da la señal. Nos dice que ya es hora de iniciar la reconciliación con el pasado si queremos que algo cambie en el futuro. Nos recuerda que el presente se va, se lo lleva el tiempo -en patines y cuesta abajo, en palabras de Bebe.

Por desgracia, he comprobado -ya más de unas cuantas veces- cómo, cuando no me detengo a disfrutar y reponer el sueño y las energías derrochadas, son los malestares, las enfermedades, (afortunadamente, hasta ahora sin importancia) las que me detienen.

Esos cinco minutos "nada más", que son de más, consumidos en cada tarea por el hecho frecuente de no estar plenamente en el presente, unidos a esa exigencia estéril de perfección en casi todo lo que emprendo, acaban fundiéndose en varias horas a la semana que se acumulan como las cantidades pequeñas en el ticket del súper. Una semana con otra, se convierten en una losa que se me cae encima cuando menos lo necesito, obligándome así a hacer lo que no hice: Parar para repostar.

Por algo los sábados y los domingos son santos  para según que creyentes. Para mí, que soy una irreductible incrédula, ambos días son divinos porque me proporcionan el tiempo "sabático" para renovarme por dentro y por fuera, para regocijarme y reconciliarme con la rutina diaria. Son los momentos en los que mi alma baila un tango con mi cuerpo dejando de serme una total desconocida.

Sí, lo tengo probado, cuando consigo entrar en una burbuja no estallada de tiempo, de repente, mi vida suena, se palpa y huele distinta y la vida comienza, mágicamente, a coserse sola y es entonces cuando... las oportunidades y coincidencias afloran como las setas después de la lluvia.