jueves, 26 de junio de 2008

Tumbas



"Mi poesía está marcada por la temporalización y, por tanto, por la conciencia de la muerte, pero yo amo la vida, y este amor a la vida lleva consigo unas exigencias; la vida que yo amo, la vida que yo necesito es una vida más justa y más bella"
Antonio Gamoneda
¿Por qué visitamos la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto? Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido e incluso no hemos olvidado, que nos sabemos de memoria y de vez en cuando repetimos, en voz baja o en voz alta. Con alguien cuyas palabras siguen estando presentes para nosotros mantenemos una relación, del tipo que sea. Por esa razón, no es imprescindible visitar su tumba.
Cuando se trata de tumbas, todo es irracional. Llevamos flores a nadie, arrancamos los hierbajos para nadie y aquel por quien vamos no sabe que estamos allí. Sin embargo, lo hacemos. En algún rincón secreto de nuestro corazón albergamos la idea de que esa persona nos ve y se da cuenta de que seguimos pensando en ella.

Fragmento de Tumbas (de poetas y pensadores), publicado en Siruela
(para leer el texto completo pincha aquí)


10 comentarios:

  1. No voy a entierros, ni cementerios ni me intersan las tumbas. Todo eso, y lo que le rodea, no es más que lo que hacemos los vivos con los muertos, no tiene mayor interes.
    Lo que si me interesa es lo que dejan vivo algunas personas cuando se mueren. En algunas ocasiones es mucho más grande y valioso que el panteón donde les ponemos cuando estan muertos. Y la muerte es la nada absoluta, para que reparar en ella?

    ResponderEliminar
  2. Pues yo soy partidaria de reparar en la muerte. Creo que saber que vamos a dejar de estar por aquí es una buena terapia quitapenas. Supongo, por lo que dices, que no has escuchado el cuento de Bucay. Estoy atenta a la muerte porque, sin temerla, siento un enorme amor por la vida. Pero, estoy de acuerdo contigo en que lo importante no es dónde ponemos a los muertos, sino su recuerdo. Aún así siento especial atracción por los cementerios. No sé por qué, ni si será enfermizo.

    ResponderEliminar
  3. Hola!! No me refería al recuerdo de los muertos, sino a lo que de ellos queda vivo, o a lo que dejan con vida entre nosotros.

    Jajajaja! Ya he visto tu foto ahí tumbada como una muerta. Bueno, cuando te mueras te resultará familiar. Para mi será toda una novedad

    ResponderEliminar
  4. Te había entendido.

    Cuando me muera no tendré familiaridad con la muerte. No sentiré ni padeceré. Si acaso, los que vayais a mi entierro, diréis: "igualita que en la foto".

    ResponderEliminar
  5. Jajajajajajaja!!! Jua! Jua!!!! Es verdad! No habia pensado en eso!

    ResponderEliminar
  6. Por cierto, tú visitaste conmigo el Pierre Lachaise en París hace casi 30 años. Nos costó encontrar la tumba de Isadora Ducan -pero estaba empeñada en verla- y no estaba ni mucho menos como ahora. Era un nicho completamente descuidado y sin señalar. Sin embargo, había restos de una flor marchita al lado, ¿recuerdas?. La que sí estaba igual es la de Chopin.

    ResponderEliminar
  7. Creo que fue la última vez que fui a un cementario... sería la tumba de su madre, Isadora todavia no había muerto, no existian los descapotables aún. Creo!

    ResponderEliminar
  8. Estás de broma ¿no? Isadora murió en 1927. El año 1979, Isadora llevaba ya más de 50 años muerta y ese mismo año nosotros viajamos por primera vez en un descapotable. Un profesor de matemáticas nos paseó por París. Fantástico. Dime que te acuerdas.

    ResponderEliminar
  9. Recuerdo mucho a ese profesor de matemáticas, era un 27 de junio. Pero, tu estabas?

    ResponderEliminar
  10. Muy bonito. Vergüenza tenía que darte. Pues si. Yo era la que se sentó a su lado. Vosotros ibais detrás. JA

    ResponderEliminar

Cuéntame, te escucho atentamente.