"Remember that silence is sometimes the best answer."
Dalai Lama
La buena música, por bella que sea, está plagada de silencios, que son igual de hermosos y tan necesarios como sus correspondientes notas. Los silencios, en el lenguaje musical, sirven para medir la duración de las pausas, es decir, son notas no ejecutadas.
Mucha gente tiende a no soportar el silencio, se procuran sonidos constantes de fondo (música, radio, televisión) que les acompañen, que les impidan sentirse solos. Algunos llegan incluso a necesitar el ruido para dormir y apagándolo se despiertan. Mucho menos aún, nos sentimos cómodos con el silencio -salvo en contadísimas ocasiones- en una conversación. Con frecuencia nos apresuramos a contar algo para rellenar el vacío y, con la misma frecuencia, dejamos de escuchar a los demás porque estamos concentrados en lo que vamos a decir. Por eso me gusta la soledad, porque, al permitir la entrada del silencio, nos entrena la capacidad de atención. El silencio es, pues, intrínsecamente valioso.
Lo opuesto al silencio, el ruido, especialmente el interior -que es el peor de todos los ruidos- nos distrae de lo verdaderamente importante. Esos ruidos internos son creados por nuestros propios pensamientos (de temor, angustia, expectativas, proyectos, iras, etc. etc.) Pero, estamos tan acostumbrados a sufrirlos, que no nos damos cuenta de que nos inundan. Sin embargo, no tendríamos por qué vivir con la cabeza atrapada por ellos , a pesar de que parar esa incansable máquina de pensar es tarea ardua. Ardua, pero posible. Silenciar nuestra mente tiene un resultado comparable al del alivio que se siente al detenerse un ruido de fondo, soportado, de forma mantenida, durante un buen rato. Es un momento “ahhh”. Por lo que respecta al bullicio, siempre me ha molestado, aunque, en realidad, sé muy bien que lo que más me perturba es mi propia actitud hacia el ruido.
Hace años se escuchaba el slogan de “La arruga es bella”. Yo añadiría “... y el silencio maravilloso."