martes, 18 de noviembre de 2008

Dos

Fotos: Cristina Catarecha, Cristina MR, Rolex, Little Sunrise y Arturo Carrasco


Entre tú y yo
no hay un mundo,
ni puntos ni rayas,
ni siquiera muros.

Entre tú y yo,
tan sólo el aire.
Brisas que el ayer se lleva
dejando escalofríos.
Vientos que van y vienen,
como las tormentas del estío.

Entre tú y yo, mi vida,
hay olor a ropa tendida
y a puchero.
Olores que a fuego lento
despiertan tu hambre y el mío.
Cuerdas prendidas del cielo
donde colgar nuestros besos.

Entre tu yo y mi yo,
ausentes conchas marinas,
empeñadas en seguir jugando,
se esconden por los recodos
para habitar el misterio.

Entre tú y yo, amor mío,
Ya no hay cadenas.
Sólo el vigor,
la fuerza que nos confiere el tiempo.

martes, 11 de noviembre de 2008

El Otoño se mira en el espejo



Foto: El Otoño se mira en el espejo, Arturo Carrasco


¿Quién no comería de esta fruta? ¿Quién no querría tenerla en su cocina para olerla, observarla, o incluso atreverse a preparar una estupenda ensalada con ella? ¿No sería ésta la fruta con la que Eva tentó a Adán? ¿Quién no habría deseado hacer esta foto? ¿Quién no le daría un premio a su autor? ¿Cómo se siente uno cuando, al abrir el periódico, ve una foto suya? ¿Qué se piensa al entrar en un blog y encontrar un homenaje que te describe como una bella persona?

Hace unos días yo también recibí un premio que me colmó de alegría. Nunca antes había recibido un premio- ni siquiera ganado un sorteo-, quizás por eso, éste fue para mi muy especial. Me lo concedía Linda, desde Texas, donde barniza barcos y escribe como una auténtica profesional.

Mis urgencias cotidianas me impidieron cumplir con las normas del premio y sacar tiempo para otorgárselo a otros 5 blogs -de hecho, todavía no he podido acercarme a The Task at Hand para agradecerle a Linda su detalle.




Por si esto fuera poco, anteayer recibí otro regalo. Directamente de su autora, Cristina Catarecha, me llegó otra foto. Otra "pequeña" maravilla, captada con el corazón. Un par de espigas cargadas de rocío (me las reservo para una entrada especial), acompañadas, al día siguiente, de estas preciosas palabras con las que explicaba su regalo:

"Buscando la manera de componer la foto, al acercarme, vi esa gran cantidad de gotas de rocío que habían pasado desapercibidos en un primer momento (mi vista deja mucho que desear). Buscaba una espiga, o dos, que fueran protagonistas de la toma sin que entraran más elementos en la imagen. Mi pensamiento, al ver la formación de la espiga, fue que, lo que aparentemente era un solo elemento (alguien en soledad), en realidad estaba formado y arropado por cientos de gotitas que le conferían una belleza especial. Somos lo que leemos, lo que observamos, lo que percibimos; los afectos de nuestros amigos, de nuestra familia e incluso los de aquellos desconocidos que nos brindan, en un momento dado, una sonrisa, un gesto amable nos rodean y nos acolchan la existencia arropándonos y acompañando nuestros días. Somos las espigas y todo lo demás, que muchas veces ni siquiera vemos, es lo que evita la soledad y da sentido a nuestra vida; son esas pequeñas gotas de rocío. "


Como soy un poco anarca, me salto las reglas del premio de Linda (perdóname, Linda) y le concedo mi premio bloggero a los blogs que me han hecho descubrir este fascinante mundo "irreal" y a todos aquellos que me leen y comentan, en público y en privado, por email y por teléfono, con la sensación de que formamos una comunidad virtual.

Mi agradecimiento ha de ser en primer lugar para Ana, de Diablillos emocionales. Como ya he contado en otras ocasiones, su blog fue un amor a primera vista. Fue, y sigue siendo, mi inspiración. Sus poemas me llegan con tanta fuerza como los del mismísimo Ángel González y son ellos los que me hacen desear algo que nunca me había interesado: escribir para compartir. Además, admiro profundamente a Ana, su sensibilidad carente de afectación o ñoñería

En segundo lugar, mi agradecimiento va para Rolex, de Fotos no! por favor. Es la persona que más me ha animado y empujado a mantener este blog -me tira de las orejas cuando tardo mucho en publicar. Llevo la friolera de 32 años admirando sus fotos. La calidad técnica de sus tomas y la originalidad de su mirada combinan a la perfección con la poesía de sus títulos.

Tengo claro cuáles son mis otros dos blogs de cabecera. No puedo decir que uno antes que el otro. Cronológicamente, no lo recuerdo, y en mis preferencias no puedo diferenciarlos. Pero, ¡Son tan distintos! Con el de Isago, en Cosas que hacen que la vida valga la pena, me transporto a un mundo mágico, oriental, viajero, mientras que al recorrer los diversos blogs de Arturo, piso en tierra firme. Vuelvo a la realidad, pasada y presente gracias a sus Palabras de arena. Si con Isago puedo revivir viejas películas, Arturo me ayuda a recordar libros y autores leídos en mi más remoto pasado, así como canciones escuchadas en el inicio de los tiempos. Por no hablar de sus fotos, que van cogiendo cuerpo y tienen la garra que puede apreciarse en esa granada.

Desde esas arenas, llegué a Cristina Catarecha y su Occulus Habilis, en donde disfruto de lo que veo tanto como de lo que leo, por no enumerar los detalles que ponen de manifiesto que se trata de una persona con unas cualidades humanas poco frecuentes.

Otro descubrimiento, de hace tiempo, es Dorvisou, gallego capaz de sacarme una carcajada o una sonrisa de ternura. Paco Penas, nunca me deja indiferente. Me contagia su amor a la vida.

Especial agradecimiento a Giomede y su Hobbyfoto, donde casi es posible percibir el olor de flores increíbles, plasmadas, no sé cómo, en sus fotografías.

Por último, y no menos importante, quiero destacar a la brillante y sagaz Vailima, de La Divina Comedia de Vailima, adonde acudo para echarme unas risas gracias a su humor inteligente. Su capacidad de observación y su forma de interpretar el arte atraen a los lectores como la miel a las moscas.

Venía cansada, derrotada diría yo, pero, al ver esa granada de Arturo y leer su email comunicándome la hazaña, me he dado cuenta de todo lo acompañada y arropada que puede una estar rodeada de desconocidos.




domingo, 2 de noviembre de 2008

Wedding Impérial


"On boit le thé pour oublier le bruit du monde"
Tien Yi-Heng

"Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no, pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? (...)

Estoy tomando mi té favorito (“Wedding Imperial” de la casa Mariage Fréres) mientras oigo llover fuera. Doy sorbitos mirando por la ventana y me acuerdo de la magdalena de Proust. El otoño tiene para mí su mismo poder evocador. Cada año, llegado este momento, miro hacia atrás y me veo, me recuento, me reencuentro. Por primera vez este año, me tomo tiempo y lo anoto. Y hasta tengo el atrevimiento de convertirlo en una entrada y compartirlo.
He pasado por amores y pérdidas (más amores que pérdidas), gozo y dolor (más gozo que dolor) y mi vida está llena de muchas cosas buenas, y, sobre todo, optimismo. A punto de cumplir los 50 – a punto significa que dos años pasan en seguida- todavía no he averiguado quién soy, por qué soy yo y no otra, ni qué hago aquí. Salvador Paniker dice que cuando alguien se hace esas preguntas es que ha dejado de vivir intensamente. No lo sé. Puede que sea así. Sólo sé que todavía no me quiero ir. Me gusta la vida, con todas sus contradicciones y desavenencias. Lo cual no quiere decir que tenga el más mínimo temor a la muerte. La muerte ni me impone, ni me asusta.
Rechazo con todas mis fuerzas el odio, el miedo y la avaricia y no creo en la maldad. Tengo el firme convencimiento de que cuando alguien hace daño actúa así por desconocimiento, desesperación, odio, miedo o avaricia. O por alguna otra razón que nadie puede llegar a comprender. Pero, si aquél que hizo daño, también en otros momentos, con toda seguridad, hizo bien, no parece justo descalificarlo en su totalidad.
Quizás sea por eso que me resulta sencillo querer, sentir cariño y afecto. Amar. Me refiero al amor incondicional, -no el que va asociado a la complicidad, la necesidad o la desesperación. Siento amor por casi todas las criaturas, aunque en miles y miles de ocasiones soy demasiado torpe o dejada para demostrarlo.
Por la misma razón, nunca he sido capaz de odiar a nadie, y eso que, hace años, mira que lo intenté – casi lo logro con un par de seres que me eran, en el fondo, desconocidos. Ahora he desistido. No es que me lo prohíba o lo reprima. Es que espontáneamente no me sale. A los enfados trato de mantenerlos a raya y a los manías personales no alimentarlas. Eso no significa que no tenga mis obsesiones. He de confesar que de estas tengo bastantes.
Hay dos cosas que no soporto: La física y la grasa. Lo de la física me viene de mi época de colegiala. Seguramente se lo debo a “La Olga”, que se veía obligada a enseñarnos física a pesar de ser licenciada en químicas. En cuanto a lo de la grasa, la detesto en todas sus manifestaciones, especialmente la de la cocina. Curiosamente, me encanta la gente gorda. Y no porque tengan un carácter bonachón como se dice, sino porque estéticamente me resulta agradable la gordura bien repartida. Sin embargo, me repugna la grasa de algunas ideas: racismo, xenofobia y homofobia me repelen como se repelen el agua y el aceite.
Uno de mis lados oscuros es el exceso de seguridad. Decía Betty Davis que el mundo no perdona a las personas, mejor dicho a las mujeres, que tienen un exceso de seguridad en sí mismas. Mi seguridad es sólo aparente y limitada a cuestiones relacionadas con la vida cotidiana. En realidad, voy por el mundo preguntándomelo todo y pidiendo permiso. Pero, no se me nota.
Ha cesado la lluvia.

(...) Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. E1 brebaje la despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es justamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que la sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear. Se encuentra ante una cosa que todavía no existe y a la que ella sola puede dar realidad (...)”



Marcel Proust, Por el camino de Swann de En Busca del tiempo perdido