domingo, 22 de febrero de 2009

Tardes de domingo



Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, Julio Cortázar


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj


Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

11 comentarios:

  1. Como verás soy tú primer fans, te vigilo estoy pendiente de todas tus entradas, me gusta ver una nueva cada vez que abro mi ordenador, bueno también entiendo cuando no pones nada nuevo, el tiempo, maldito tiempo, que bien se debe estar sí no tuviéramos que estar pendiente del reloj no?

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  2. Nunca tuve un reloj que diera para tanto. La hora y ya está!
    Ahora tengo uno magnífico, tiene hasta teléfono móvil.

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  3. Prefiero los de arena, no necesitan cuerda, ni pilas, aunque la verdad en la muñeca son un podo incómodos.
    Me encanta la fraxe de Cortázar "El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes."

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  4. Bienvenida, Manipa. Es tremendamente halagador para mí que te intereses por lo que comparto. Gracias por tus palabras y tu comprensión. A veces no encuentro tiempo y otras, si es preciso no duermo. Y, de tarde en tarde, de repente y sin venir a cuento, hay entradas que salen casi solas.

    Lo del reloj es un tormento.

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  5. Pues eres uno de esos seres raros y afortunados para los que el tiempo no constituye una obsesión. Yo tengo demasiados relojes: de pulsera, de colgar y, los peores, los que van haciendo tic tac por dentro.

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  6. A mi este texto siempre me pareció espeluznante. Es inquietante porque parece que te hace participar de un misterioso secreto que te impide ver esos dichos artilugios como los veías antes.

    Efectivamente, los de arena son muy evocadores, pero no por ello, menos implacables.

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  7. Coincido con Arturo! Mejores los de arena, se suelen atascar, el tiempo ya no pasa y puedes relajarte o lo que quieras. Pero no se lleva en la muñeca! Se usa de sombrero!

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  8. Maravilloso como de costumbre, uno de mis preferidos, Cortázar, único y eterno....
    Antes matábamos el tiempo y ahora el tiempo nos mata a nosotros....
    Sería bueno, aveces poder aburrirse como cuando uno era chica, ahora no hay tiempo para eso!!!

    Virginia (FLICKR)

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  9. Hoy mismo lo comentaba con una amiga. Hasta los niños sienten la presión del tiempo y la sensación de que les está ganando una batalla.
    ¡Aburrirse! Sí, es todo un arte.

    Gracias por tu comentario Virginia.

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  10. A veces no escribo,
    pero aquí estoy, yo, también,
    disfrutando de vuestra compañía,
    leyendo
    y riendo.

    Desde esta ventana
    o este banco,
    da igual.
    (Aparece un banco tras otro detrás de esta ventana)

    Leyendo, escuchando,
    riendo...

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  11. Gracias Marié por estar ahí, es decir, aquí, con nosotros. Me encanta tu presencia y tu forma de expresarla.

    Un besazo.

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Cuéntame, te escucho atentamente.