lunes, 4 de mayo de 2009

Lo cotidiano

"Lo real es el único fundamento de lo ideal."

Grace Aquilar

Muchas veces cometo el error de dar por sentado lo cotidiano. Dejo de percibir el "encanto de la vida simple" perdiéndome en estériles ensoñaciones. No soy consciente, por ejemplo, de la inmensa suerte que tengo al poder colgar la colada y doblar la ropa siempre que quiero. En ese gesto cotidiano, que habitualmente considero un ladrón de tiempo, -ya que ocupa una buena parte mis horas de "ocio"-, se contiene la quinta esencia del milagro de la existencia. Me olvido de que colgar la ropa significa muchas cosas.

Significa que tengo la posibilidad física de hacerlo -dos manos y una espalda sana para agacharme. Significa que tengo la capacidad mental para poner la lavadora separando tejidos y colores, seleccionando un programa y poniendo jabón y suavizante en las correspondientes cubetas sin equivocarme -mi padre, al final de su vida, llegó a "guardar" su ropa interior en el cubo de la basura. Significa que tengo a mi disposición una lavadora y una secadora, electricidad, agua, jabón y aromas. Significa que tengo ropa, -tanta como para no tener que disponer de esa ropa en varios días. Significa que tengo un lugar donde poner esa lavadora, el cesto de la ropa sucia y el armario donde guardarla. Significa, que cada día, regreso a casa después de haber conducido durante casi dos horas. Significa que puedo hacer algo útil. Significa que a mi alrededor hay gente a la que puedo lavar la ropa.


Doblar calcetines es, bien mirado, una actividad que no deberíamos odiar. Muy al contrario, si lo rodeáramos de un bonito ritual, sería un acto sagrado tan atractivo que todos querrían participar en él. Quizás, hasta nos quitarían los calcetines de las manos y -quién sabe- si no nos acabarían rogando que les dejáramos doblarlos.

11 comentarios:

  1. Otro texto inspirador, Emi.
    Convierte tu mundo en un santuario,
    que todo en tu vida sea un rito de agradecimiento.
    Como vivir despierta.

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  2. Pues sí, así es, yo también pienso que es un texto muy inspirador y muy realista también, es increíble lo que se pueda llegar a disfrutar con lo cotidiano y que pasen los días, haciendo cada día casi siempre lo mismo y seguir disfrutando, precisamente por eso que comentas, de momento, se que pongo la lavadora, tiendo la ropa, la plancho y aprecio lo bien que huele.

    Besitos.

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  3. Marié y Maripili, ya veis que hablo en condicional, "si lo rodeáramos de un ritual". Yo todavía no he sido capaz, pero me entreno, es decir, la teoría me la sé, pero no he aprendido todavía a ponerla en práctica. Seguiré intentándolo.

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  4. emi es maravilloso fregar los platos y planchar y limpiar el baño. ¿voy para hacia ...?Es delicioso el olor del suvizante, y el dominio del vapor sobre las arrugas, es un verdadero placer para mí unas patatas fritas crujientes recien hechas de a sarten para cada uno y la cara de mi kiko ante esa sorpresa, y que Mario me agarre por la cintura y me de un beso de lo rico que estaba la menta-poleo, y el olor de la lejia y ... leer a tras-mano. lo siento pero sé donde está mi placer "cotidiano-simple"

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  5. Eso es estupendo y, aunque yo no llegue a ese nivel, puedo comprender lo que sientes. El olor a lejía yo lo cambio por el olor a Politus, pero sé de lo que hablas, María.

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  6. Bien mirado: tenemos suerte,
    la suerte de compartirlo incluso con otras voces. Algo impensable hace unos pocos años.
    El placer de colgar y descolgar la ropa al sol, el placer de la limpieza, del aseo diario...
    Un beso limpio y con olor a jabón "Chimbo", que es el que usábamos en casa y yo sigo usando.
    ana

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  7. Qué femenino me suena esto.
    En un reportaje que hice sobre Momentos de placer: Cosas que de verdad importan en la vida (o algo así era el título), nos sorprendió enormememente que la inmensa mayoría de las mujeres hablaban de momentos de "no hacer nada": disfrutar del silencio, la soledad y los olores de la casa limpia (inmediatamente después de limpiarla, ella o la asistenta); el té a solas de la noche, cuando toda la familia está acostada (pareja incluida); el café de la mañana antes de irse a trabajar (también a solas, los niños en la escuela, el marido en el trabajo); nadar en la piscina, salir a correr...
    Los hombres hablaban más de conquistas profesionales: cuando consigues un ascenso o te aprueban un proyecto. En algún caso de parejas bien avenidas, cuando vuelven a casa y su pareja les recibe con un beso...
    En definitiva, parece ser que los hombres necesitan ser bien valorados, que se reconozca sus méritos, ser aprobados con nota alta.
    En cuanto a las mujeres, generalmente más ocupadas (agotadas), aprecian mucho el momento del descanso, de estar a solas consigo mismas para disfrutar de todo lo que tienen -pero, si es posible, lejos de todo ello, por un momento, a solas.

    Quizás, si no estuvieran tan cansadas (con tantos requerimientos de la familia y responsabilidades sobre ellas) no valorarían tanto la soledad.

    Ya sé que este comentario puede resultar un tanto polémico. No pretende ser científico.
    Pero hay muchos estudios que lo apoyan.

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  8. Por supuesto que a todo el mundo nos gusta que nos quieran, nos valoren y nos aprueben, pero cuando se trata de hablar de momentos que dan sentido a tu vida, cada cual destaca lo que destaca...

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  9. Mmmm, lo del olor a limpio, Ana, Marié, yo lo tengo grabado de mi infancia.

    En cuanto a tu análisis, Marié, sobre las diferencias entre hombres y mujeres y nuestra percepción de lo que es importante en la vida, me ha venido a la memoria una entrada que me emocionó hace poco de Arturo (http://sandwords.blogspot.com/2009/05/el-silencio-y-sus-espejos.html) y también, las escapadas de mi Chollo los domingos por la mañana, antes de irse a montar en bici, cuando las calles no están ni puestas. Él se va a tomar su café con churros mientras lee el periódico a solas. Y a solas y celosa me quedo yo. Celosa, entre otras cosas, de su placer sin mi. Afortunadamente yo tengo mis propios momentos, que son como tú los describes.

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  10. Yo estoy convencida de que los hombres también disfrutan de esa sensación (aparente) de "no hacer nada", parar, sentir, ser simplemente. Creo que forma parte de la naturaleza humana, el placer de parar toda actividad y agitación y ser consciente de la vida, aunque sea por un instante, en medio de lo que sea (trabajar, comer, esperar el autobús...)

    Es sólo que parece ser que, en general (qué peligroso es hablar de generalizaciones) no es una "actividad" considerada importante para ellos o que dan significado a su vida. Designan como importantes, más bien, cosas que hacen currículum en su vida -para bien, claro, generalmente relacionadas con el estatus social. Lo demás son considerados simples "descansos", aunque muy placenteros.
    Y por supuesto, son muy celosos de sus momentos de privacidad, y esto ha sido así siempre.
    En este sentido yo me identifico mucho con ellos. Necesito como el aire mis momentos (muchos, muchos, muchos al día) de desconexión y privacidad.

    Todo esto ha vuelto a salir a relucir en una entrevista con Jean-Claude Kaufmann ("Irritaciones, Las pequeñas guerras de la pareja". Gedisa) que podrás ver en un par de meses en PSICO.

    Pero, vaya, Emi, so sólo consideraciones personales. No le des más importancia.

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  11. ¡Cómo no! ¡Si eres toda una experta! Voy lenta leyendo (estoy sin tiempo), pero disfruto de tus entrevistas y artículos. Gracias, Marié, por aportarnos tu sabia y tranquila mirada sobre las cosas.

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Cuéntame, te escucho atentamente.