viernes, 25 de septiembre de 2009

Muchacha en la ventana, otra vez

Foto: Muchacho en la ventana, Saul Landell







Antes de que cuente diez
Creo que ya lo dije en alguna otra parte de este diario abierto, si no me gusta escribir es porque siempre hay alguien que ya ha expresado lo que siento y esta canción de Fito es uno de los mejores ejemplos. Pero, siguiendo los consejos de Carlos, retiraré la letra, no sea que, además de las multas por aparcar en calles vacías que me ha puesto el ayuntamiento, tenga que pagar por compartir este poema en este espacio tan pequeño.

En realidad, la letra admite, en mi caso,  ciertas modificaciones. Por ejemplo, yo no escribo mucho y mi capacidad de disimulo es nula. Lo que sí es cierto es que no tengo nada para impresionar. Ni por fuera, ni por dentro. 
Me paso muchas noches en vela escuchando soplar el viento -o el silencio. 
También yo me perdí, pero no en un cruce de palabras sino en los silencios. La dirección puede que me la anotaran bien, pero es que  siempre me pierdo.
En mi vida no hay balas ni tampoco cañonazos, sobre todo, porque tuve la fortuna de oir muy pocos "no". 
Eso sí,  no lo tengo todo controlado. Voy quedándome  atrás porque el camino es muchas veces muy empinado. Sin embargo, aunque  ya no existan destinos que perseguir, nadie me parará.
La  culpable siempre es la mano (no el puñal). No importa que haya excusas para clavarlo. 
Lo que pudo haber sido, evidentemente, nunca es. De serlo cambiaría el tiempo y no sólo el verbal. 
¿Y quién no ha mentido alguna vez?
Sí, voy a sentirme mal cuando algo no me salga bien, pero no me va a importar. Derrapar es algo que me ha costado casi cinco décadas aprender. Chocarse con la pared ha dejado de doler. 
Y, a fin de cuentas, antes de que contemos 10, la vida habrá cogido otro camino, porque ésta se nos va como el humo de un tren, como un beso en un portal (o una vuelta en el tiovivo).
Aceptar a la desconocida que todavía llevo dentro, y mantener una buena amistad con ella, me ayuda a no dejar de querer. 
Cierto que dejé de volar, pero no estoy hundida en el barro, sólo me arropo con él durante las noches en blanco.
Ahora sé que nunca volveré.
Fito Fitipaldi (con arreglos)

5 comentarios:

  1. Bien esta lo de aprender a derrapar. Creo que es la gran ventaja de envejecer. Pero que malo cuando el viento deja de soplar y los sueños ya no avanzan mas. No, no hay que permitir que eso suceda.

    Buenas noches, madame

    Bisous

    ResponderEliminar
  2. "...no voy a sentirme mal si algo no me sale bien...."

    Maravillosa frase del amigo Fiti. Este mes leí en MuyInteresante un reportaje sobre como enfrentarse al fracaso, lectura altamente recomendable.

    PD: Emi, cuidadito con la Sociedad General de Atracadores y Sinvergüenzas, a ver si te van a pedir la "sopa" por poner letras con derechos de autor.

    ResponderEliminar
  3. Ah, se me olvidaba, ese "nunca" escrito en casi transparente que si lo quitamos se convierte en una frase antónima a la original, ¿es por algo especial? ;-)

    ResponderEliminar
  4. Querida Madame Minuet, la travesía da para todo, tormentas, fuertes vientos, aguaceros y calma chicha. Sería poco razonable pretender que el viento siempre soplara a la velocidad adecuada. Más que impedir que eso suceda, hay que saber llevarlo, ¿no le parece?

    ResponderEliminar
  5. Carlos, gracias por tus dos recomendaciones, la del artículo y la de retirar la letra. Ya te he hecho caso en la segunda. Buscaré la revista para hacerte caso con la primera. También, creo yo, he contestado a tu pregunta.

    Un beso.

    ResponderEliminar

Cuéntame, te escucho atentamente.