viernes, 30 de octubre de 2009

El eslabón invisible

Foto: Día de sol en Hide Park, eMi

Raúl Ariza, El eslabón invisible

El sol caribeño anda totalmente desconcertado. Otras veces celestino, ahora, sin embargo, no entiende por qué esa pareja no le da rienda suelta a los mimos, las miradas y los besos. Por qué el lazo que une a esas dos personas, resulta invisible incluso a la vista de ellas mismas.

El caso es que ella necesita sentirse enamorada de él, como señal de que cambiar de vida es posible. Haciéndolo, dejándole entrar por entre las rendijas que siempre existen hasta en los convencimientos más estrictos, se demostrará a sí misma que quien ama tiene más posibilidades de ser amado, que se puede encontrar la dicha en esas cosas sencillas que tanto se alejan del frenesí, y que hasta los más amargos recuerdos de amores pasados, acaban sucumbiendo frente a la devastadora poesía de las nuevas caricias.

Por su parte, él necesitaría, ante todo, creerla. Distante como un susurro y frío como un témpano de hielo, jamás pensó que la belleza de una mujer pudiera traer algo que no fuera un montón de problemas, de ahí que desconfíe ante unos ojos sonrientes. Es un hombre solo. Un hombre refugiado en su trabajo. Un tipo de ésos que, como piensan que la dependencia debilita, aparentan necesitarse a sí mismo más de lo que admitirán jamás necesitar a otras personas.

Por todo lo dicho, entre ellos ha surgido antes la tensión que la atracción. En lugar de rendirse a sus inteligentes instintos, ambos han establecido un acuerdo de mínimos que les convierte en compañeros antes que en amantes. Han conseguido por tanto, que ese sentimiento soterrado bajo los cascotes del deber, les haga ser la pareja perfecta, el binomio ideal para que nadie descubra que lo que realmente les une, no es una estrecha y compacta relación profesional, sino el desmedido amor que se profesan.


4 comentarios:

  1. Respetando como has respetado la autoria, estoy encantado y agradecido por este detalle.
    Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Te lo dije en tu blog Raúl,una historia preciosa,de verdad.
    Un abrazo y una música,la de abajo,exquisita!

    ResponderEliminar
  3. Raúl, pues, si tú me lo permites, estoy segura de que éste no será el último que publique aquí.

    Gracias a ti por prestarme tu maravillosa historia.

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Amaia por pasarte y compartir tu opinión. Eso es mucho más de lo que yo hago ya que, salvo en contadas ocasiones, no suelo comentar lo que veo o escucho.

    ResponderEliminar

Cuéntame, te escucho atentamente.