miércoles, 16 de junio de 2010

Lo mío con la lavadora

Cuadro: Assorbita dai lavori domestici 2 de Vania Elletra Tam

Foto: Lavandería de Portsmouth de eMi



Foto: Deslumbrada por el invento de eMi

¿Qué es mejor el lavaplatos o la lavadora? El tema no es baladí. Como invento, la lavadora es la auténtica liberadora de la mujer (si no, ¿de qué nos habría servido a las mujeres el derecho al voto?), pero mi relación con la lavadora es, por desgracia, tan ambivalente y matizada como la que mantengo con muchas de las personas a las que considero importantes y necesarias.

Ciertamente, si tengo que prescindir de uno de los dos aparatos, que me quiten el lavaplatos, pero hay que reconocer la cantidad de trabajo que nos aporta el gran invento de la lavadora.
Mientras el lavaplatos hace su trabajo al completo, la lavadora es imperfecta y absorbente. Aunque la lavadora exige el esfuerzo de un tirón y el lavavajillas se va llenando de a poco, el tiempo que consumen en su preparación ambas maravillas de la industrialización doméstica, viene a ser más o menos el mismo. Pero ¿qué ocurre cuando los aparatos completan su programación? Que, mientras del lavaplatos sacas la vajilla, limpia y seca, directamente a los armarios, de la lavadora comienza la tediosa tarea de sacar la ropa mojada, clasificarla, colgar lo que no puede ir a la secadora, meter en la secadora lo que ésta admite, y después, cuando ya casi nos habíamos olvidado del asunto…, sacar la ropa del tambor, limpiar los filtros, vaciar el agua del condensador, retirar la ropa de las cuerdas, darle de nuevo la vuelta, volver a clasificarla, doblarla (¡malditos calcetines de parecido color!), plancharla y, lo que es peor, repartirla por cajones y armarios.

Y es que hay amores que matan. ¿ O no?

8 comentarios:

  1. Pues yo lo tengo muy claro, puestos a elegir, prefiero mil veces la lavadora. No podría vivir sin ella, a pesar de que sólo me quita una parte del trabajo con la ropa, pero es que no me veo en la pila lavando veinte vaqueros a la semana.
    Un abrazo.

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  2. ¡¿Veinte vaqueros?! ¿Tienes una casa o un cuartel, Mercedes? Jajaja.

    No, si está claro. La lavadora lo primero. Pero no me digas que el tema no merece una reflexión. Lo fácil (en este caso el lavavajillas) es menos valioso que lo difícil (la lavadora). Y, por otra parte, nos quejamos de lo difícil, pero es de eso precisamente de lo que no prescindiríamos. La cosa tiene su aquel.

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  3. Lavavajillas no tengo. Planchar no plancho y alguna vez descubro que llevo dos calcetines parecidos. Un saludo.

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  4. Por cierto Emi, esas fotos son estupendas. No me extraña que hagas reflexiones virtuales acerca de la la lavadora.
    Besos. Antonimo

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  5. Pues todo eso que te ahorras, Mateo. Y lo de los calcetines puede ser un buen toque personal. Yo conozco una que se pone zapatos de distintos colores y sigue igual de guapa.

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  6. Gracias, Antónimo, se nota que me aprecias. Yo también te quiero mucho.

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  7. cielo, la mujer aún tiene mucho camino que recorrer, y el hombre ya se puede pone a correr cuando ese camino sea recorrido, pero lo cierto y gran verdad es que la píldora (espero que ninguno de tus lectores se sienta dolido) nos liberó el cuerpo para hacernos libre (de ese miedo ancestral y patético a nuestro propio cuerpo) y la lavadora nos dió la liberación a poseer nuestras propias horas. Ambas son sobre todas las demás cosas (incluida la volundad) con todas sus imperfecciones, causa de que el futuro de la mujer pueda algún día pertenecernos, con todo lo bueno y lo malo. Un beso

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  8. María, yo creo que los hombres ya están corriendo, pobrecitos. Al menos en este lado del hemisferio. Cada uno a su paso, eso sí. Algunos más entrenados que otros.

    Estoy de acuerdo con lo de la píldora, pero, insisto, el protagonismo en el papel liberador de la mujer se lo lleva la lavadora. Cuando la mujer no tiene tiempo para ella misma, no puede disfrutar de las ventajas de la píldora. Los que la disfrutan son ellos. Y eso no es liberador, sino todo lo contrario, pienso yo.

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