Mi abanico
El aire de mi abanico
no sale frío.
Se abre, se cierra,
suena.
Pero, de mi abanico,
el aire...
no sale frío.
Ese es el caso de Theóphile Gautier, que viajó por España, entre otros muchos lugares, en 1840. De ese viajé surgieron varios poemas y un libro de viajes, Voyage en Espagne, publicado en 1845.
"... el abanico corrige algo esta pretensión de parisinismo y una mujer sin abanico es algo que no he visto aún en este bendito país... el manejo del abanico es un arte completamente desconocido en Francia. Las españolas lo realizan a la perfección: el abanico se abre, se cierra o se revuelve entre sus dedos con tal viveza y tan ligeramente que un prestidigitador no lo podía hacer mejor".
Gautier probablemente desconocía que, tiempo atrás, los abanicos se utilizaban no sólo para aliviar los calores, sino también como medio de comunicación (el que quiera conocer ese lenguaje, que pinche en el abanico, y, quien esté interesado en saber cómo se utilizaría hoy si no existiera el móvil, que lea el primer comentario).
El abanico de Lady Windermere, Oscar Wilde.
La versíón inglesa Lady Windermere’s fan