Cuadro: Johannes Vermeer, Mujer de azul leyendo una carta (1662-1664)
Lyrics: Nancy Griffith, Once in a very Blue Moon
I found your letter in my mailbox today
You were just checkin' if I was okay
And if I miss you, well, you know what they say ...
just once ... in a very blue moon
just once in a very blue moon
just once ... in a very blue moon
and I feel one comin' on soon
No need to tell me, you'd like to be friends
and help me get back on my feet again
If I miss you at all ... it's just now and then
just once ... in a very blue moon
just once in a very blue moon
just once ... in a very blue moon
and I feel one comin' on soon
There's a blue moon shinin'
when I am reminded of all we've been through
Such a blue moon ... shinin'
Does it ever shine down on you?
You act as if it never hurt you at all
Like I'm the only one who's gettin' up from a fall
Don't you remember?
Can't you recall?
just once ... in a very blue moon
just once in a very blue moon
just once ... in a very blue moon
and I feel one comin' on soon ... just once ... in a very
... blue moon
Vermeer no es valorado especialmente por la originalidad de sus temas, de hecho era frecuente (en Vermeer y en otros pintores de la época), copiar los temas de otros colegas e, incluso, las composiciones. El tema de este cuadro, la carta, no es, por tanto, original, pero no por ello nos resulta menos atractivo.
Cuando vemos un cuadro en el que aparece una carta, uno de los primeros análisis que abordamos es deducir por el contexto cuál es su contenido. Y es, precisamente, la imposibilidad de conocerlo, una de las razones por las que el tema nos resulta tan seductor.
Y ¿cuál es el contexto? Aparentemente, estamos ante una joven mujer embarazada. Pero sólo aparentemente porque sabemos que el embarazo no es un tema recogido en la pintura barroca holandesa, ni siquiera cuando constituye el tema central, como en las visitaciones y anunciaciones de la pintura religiosa. Ese abultado vientre es, simplemente, una silueta estéticamente atractiva para la época, es decir, el reflejo de una moda.
Eso elimina la romántica idea de de que la carta tenga relación con su estado. ¿Será, pues, una carta de amor? Pudiera ser ya que podemos hacer que su contenido sea el que se nos antoje. Sin embargo, las posibilidades, si queremos ajustarnos a la realidad, no son muchas. El intercambio de misivas por motivos sociales, familiares o de negocios era corriente y, sin embargo, las cartas de amor no estaban del todo bien vistas en una sociedad puritana como la holandesa. Además, las cartas podían ser utilizadas como prueba legal en caso de juicio por incumplimiento de promesa (compromiso matrimonial) o infidelidad. Escribir una carta de amor conllevaba, pues, demasiados riesgos.
¿Nos habla el mapa de la pared de un viajero en contacto con su familia? Puede ser, pero los mapas son uno de los motivos compositivos y decorativos más frecuentes y lo más probable es que carezcan de valor simbólico. Por otra parte, podría ser una manera de conjurar una posible frustración de Vermeer que, con 11 hijos que alimentar, nunca disfrutó de alegrías económicas que le permitieran viajar. De hecho, sólo salió de Delft una vez en toda su vida y fue para asistir a un pleito. Claro que eso sí que es suponer.
Cuando vemos un cuadro en el que aparece una carta, uno de los primeros análisis que abordamos es deducir por el contexto cuál es su contenido. Y es, precisamente, la imposibilidad de conocerlo, una de las razones por las que el tema nos resulta tan seductor.
Y ¿cuál es el contexto? Aparentemente, estamos ante una joven mujer embarazada. Pero sólo aparentemente porque sabemos que el embarazo no es un tema recogido en la pintura barroca holandesa, ni siquiera cuando constituye el tema central, como en las visitaciones y anunciaciones de la pintura religiosa. Ese abultado vientre es, simplemente, una silueta estéticamente atractiva para la época, es decir, el reflejo de una moda.
Eso elimina la romántica idea de de que la carta tenga relación con su estado. ¿Será, pues, una carta de amor? Pudiera ser ya que podemos hacer que su contenido sea el que se nos antoje. Sin embargo, las posibilidades, si queremos ajustarnos a la realidad, no son muchas. El intercambio de misivas por motivos sociales, familiares o de negocios era corriente y, sin embargo, las cartas de amor no estaban del todo bien vistas en una sociedad puritana como la holandesa. Además, las cartas podían ser utilizadas como prueba legal en caso de juicio por incumplimiento de promesa (compromiso matrimonial) o infidelidad. Escribir una carta de amor conllevaba, pues, demasiados riesgos.
¿Nos habla el mapa de la pared de un viajero en contacto con su familia? Puede ser, pero los mapas son uno de los motivos compositivos y decorativos más frecuentes y lo más probable es que carezcan de valor simbólico. Por otra parte, podría ser una manera de conjurar una posible frustración de Vermeer que, con 11 hijos que alimentar, nunca disfrutó de alegrías económicas que le permitieran viajar. De hecho, sólo salió de Delft una vez en toda su vida y fue para asistir a un pleito. Claro que eso sí que es suponer.
En otros cuadros similares, sí encontramos posibles símbolos iconográficos: un plato con manzanas (Eva), una cortina a medio descorrer (un secreto desvelado). En éste, en cambio, sólo tenemos la expresión de un rostro, su boca entreabierta. ¿Preocupación?, ¿sorpresa? ¿O un simple movimiento de labios en el esfuerzo de la lectura?
Todo es un misterio al cual contribuye la iluminación. Esa luz fría cuya procedencia intuimos (el pintor no ha querido mostrarnos la ventana en esta ocasión). Un misterio que podría inspirar, como ocurrió con su cuadro más famoso, La joven de la perla, una cautivadora historia de amor.
Todo es un misterio al cual contribuye la iluminación. Esa luz fría cuya procedencia intuimos (el pintor no ha querido mostrarnos la ventana en esta ocasión). Un misterio que podría inspirar, como ocurrió con su cuadro más famoso, La joven de la perla, una cautivadora historia de amor.
Fuentes:
- Yazmin Alejandra Maya Macia, El Arte de la Imaginación
- Essential Vermeer
Especular sobre los temas de la pintura y su simbolismo es divertido y me gusta leer sobre ello. Mi visión siempre es un poco más plástica y en Vermeer sienpre es el milagro de la luz, la elevación de todos los objetos a una categoría igual a la de los personajes. Para valorarlo como lo hacemos hoy es necesario que los impresionistas nos hayan dado unas cuantas lecciones sobre el misterio de la luz y su capacidad de modificar la visión sobre personas, objetos o paisajes. Me parece un pintor muy moderno. Un saludo
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo. El es moderno y la luz la protagonista de sus lienzos. Sin embargo, en éste en concreto, los objetos han quedado reducidos como en ningún otro de su cuadros.
ResponderEliminarGracias por pasar y disfrutar.
Vermeer al que yo llegué hace poco mas profundamente gracias a Maria que, aunque últimamente no se la ve mucho por aquí porque está muy ocupada, dejémosla, en fín que me desvío, es un pintor que me gusta muchísimo, esta señora debe ser su mujer con una de sus once barriguitas, por lo que al bueno de Vermeer el dinero no le daba para viajes, pero el tiempo sí le daba para otras cosas jajaja...
ResponderEliminarSí, María tiene mucho que estudiar. ¡Si yo pudiera ayudarla!
ResponderEliminarBarriguita de embarazo no, Uma. Barriguita de moda. No estaría mal que se pusieran de moda las caderas anchas.