viernes, 2 de abril de 2010

La separada, Lucien Freud


Cuadro: Girl with a white dog (1952) by Lucian Freud


Lyrics: Amanda Seyfried, Little House
I love this place
But it's haunted without you
My tired heart
Is beating so slow
Our hearts sing less
Than we wanted
We wanted
Our hearts sing 'cause
We do not know
we do not know

To light the night
To help us grow
To help us grow
It is not said
I always know

You can catch me
Don't you run
Don't you run
If you live another day
In this happy little house
The fire's here to stay

To light the night
To help us grow
To help us grow
It is not said
I always know

Please don't make a fuss
It won't go away
The wonder of it all
The wonder that I made
I am here to stay

I am here to stay

Stay

El nieto de Sigmund Freud, Lucien, huyendo de los nazis, se trasladó a Inglaterra con su familia en 1933, y desde entonces -creo-, vive allí. Rebelde en la escuela, incapaz de soportar la rutina, no pudo, como es fácil de comprender, someterse a las exigencias del matrimonio. Así pues, los suyos (dos) se fueron al garete.

La modelo de este cuadro es Kathleen Garman, su sobrina y primera esposa. El cuadro fue pintado el mismo año en que Lucien inició un affair con la que, un año más tarde (1953), sería -no por mucho tiempo- su segunda mujer, Caroline Blackwood.

La mano de “Kitty “reposa sobre su corazón haciendo prácticamente desaparecer su pecho -¿o es el corazón el que le ha desaparecido? Su expresión ida nos habla de una profunda soledad apenas aliviada con la presencia adormecida de su perro. El pintor nos la presenta desde arriba, lo que añade distancia a la falta de comunicación visual que, en cambio, sí mantiene con el animal.

Ella se quedó con sus dos hijas. Él tuvo unos cuantos hijos más (alrededor de 40).

(Es recomendable pinchar la imagen -pulsando Ctrl al mismo tiempo- para ver el cuadro con todo detalle y escuchar la canción)

7 comentarios:

  1. Fantástica obra. Me fascina la mirada de tisteza y resignación de Kitty.
    Un saludo.

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  2. Gracias por tu comentario sobre mi poesía "cuando cierro los ojos" Pensar en silencio siempre es preocupante. ¿Alcanzar algún resultado claro? Difícil. Como sé que tienes una buena formación, te adjunto un diálogo que tuve hace bien poco con Antonio Martín Ortiz, catedrático de griego y latín en Barcelona, cuyo blog te agradaría leer, y que es un ejemplo de lo mal que discurro en mis silencios, y que a lo mejor te vale para conocerme un poco: Muchas gracias, amigo Antonio, por tu indicación sobre mi error en la frase de Tácito, que paso a corregir inmediatamente. Gracias también por leer mis poesías. Me hubiera gustado participar activamente en tu intercambio de ideas sobre el amor de tu última entrada, pero yo me dedico básicamente a escribir poemas y no suelo participar en tertulias o debates. El tema del amor, sin embargo, me interesó mucho, sobre todo por la influencia que tuvo sobre mí el jesuita Teilhard de Chardin debido a la lectura de su libro "La aparición del hombre".( Ediciones Taurus.1954). Yo andaba por aquellos tiempos estudiando con bastante profundidad el derecho romano (básico para cualquier amante del derecho) y fuí alumno de un magnífico profesor de derecho natural, Manuel Fernández Galiano, que tú citas en tu entrada por su libro El descubrimiento del amor en Grecia", Editorial Coloquio, Madrid 1985. La verdad es que estaba harto, seguramente por mi juventud, de ser un "ser viviente" con la convicción como decía Tucídides, de estar colaborando en una obra que jamás ha de tener fin. Tampoco me gustaba el punto de vista de escritores como R. Seidenberg, que preveía el término de la totalización humana como la desaparición de las fuerzas de libertad de conciencia y de amor. Me atraía más el menospreciado "elan vital" de Bergson, y admitía la tendencia de la Weltstoff a "ser" más bien que "a no ser".El hecho de tener que memorizar las asignaturas y mi paralela autoreflexión, me conturbaba intelectualmente y por eso me pareció buen hallazgo la lectura del libro citado de Teilhard en especial su teoría de que en el Universo que se unifica en sí por la simple agrupación de elementos entre sí, la evolución viene incontestablemente "valorizada". En cambio, el Universo que se unifica bajo la influencia de algún "supremamente uno" ya existente, es decir, en definitiva, por adhesión a un "Supremo Cualquiera" se halla además "amorizada". Encaja ciertamente en esta dirección el pensamiento de San Agustín “Ama y haz lo que quieras”. ¿No será cierto que habrá que ligar objetivamente (por intermedio de algún influjo “revelador”) las capas rápidamente convergentes de la onda humana con un centro real y ya existente, centro de su implosión? La teoría del padre Teilhard influyó sobre mi búsqueda personal del amor. Creo, por supuesto, que la razón, o quizás sería mejor decir la autorreflexión recíproca entre los hombres ha sido nuestro fundamental principio evolutivo. Pero el amor, desde entonces impregnó sustancialmente mi vida y he buscado siempre llegar a entender a ese núcleo “amorizante”. Difícil es que yo intervenga en tertulias o discusiones, cuando yo mismo vivo en la permanente duda. El amor, en la poesía, sí lo he encontrado, y en alguna ocasión escribiré en mi blog “meditaciones y relatos” algo sobre ese maravilloso mundo. Perdona esta descabellada explosión de mi “abstinencia activa”, refiriéndome a las tertulias, pero no al pensamiento político, como recuerdo que tú has mencionado alguna vez en tu blog.(palabra que por cierto nada me gusta). Gracias, Antonio, y un saludo ab imo pectore. Fernando Jiménez-Ontiveros

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  3. Ufff..., después del comentario de Fernando me he quedado sin palabras, solo decir que lo mejor que le pudo pasar a "Kitty" es quedarse con sus hijas y con el perro. Me gusta el cuadro.

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  4. Es ausencia ¿no te parece, Mercedes?

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  5. Querido don Fernando. He tardado en responder porque me he visto obligada a leer varias veces la carta y al final, triste de mí, apenas he podido sacar algunas conclusiones en limpio (me temo pues, que tu opinión acerca de mi buena formación es errónea).

    En primer lugar me sorprende el hecho de que consideres preocupante pensar en silencio. No sé exactamente a qué te refieres. Para mí no existe ninguna otra posibilidad para pensar que el silencio. Claro que no respondo al tópico de que las mujeres podemos hacer dos cosas a la vez (yo debo ser la excepción que confirma la regla porque ¡casi no puedo respirar y comer chicle al mismo tiempo!). El caso es que, si eliminamos la parte del silencio, tampoco entiendo por qué pensar puede ser preocupante. En todo caso, como practicante esporádica de la meditación, soy partidaria de dejar en lo posible reposar mi mente. Y eso me lleva a la segunda parte. De todo lo que explicas, lamento no haber comprendido la mayor parte. Lo que sí comparto es ese pensamiento de San Agustín que desconocía (debía haber leído en la juventud Las Confesiones y ahora me pilla demasiado tarde), a saber, “Ama y haz lo que quieras”. Más que San Agustín me parece un lema de los años 60. Creo, bien mirado, que ese ha sido el lema de mi vida si le añadimos una coda final, “siempre que no hagas, al menos voluntariamente, daño”.

    Sospecho, Fernando, que el amor, en todas sus variantes, impregna la vida de todos en mayor o menor medida, excepto la de aquellos que, por algún trastorno psíquico, han perdido la conexión con la realidad. Pero, acaso indagar tanto en sus fundamentos nos aleje de lo más importante que es, en mi opinión, simplemente amar.

    Te agradezco enormemente tu comentario. Siempre es bueno y necesario reflexionar. Ya me gustaría disponer de más tiempo para poder disfrutar y comentar más tu poesía.

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  6. Desde luego, Uma, el cuadro y el perro son maravillosos.

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  7. Querido Guille, lo de la teta (perdona que te responda por aquí), es como lo del culo de Sorolla. En el cuadro de Sorolla la modelo sigue en la cama. En el de Freud, la modelo parece acabar de salir de la ducha y está, por tanto, en albornoz. Ambas con un abandono propio de su relación personal con los recíprocos pintores.

    De todas formas, me parece que, en este caso, también puede tener que ver con la relación de Lucien Freud con las mujeres en general. No en vano , según dicen, era sexualmente hiperactivo.

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