Al cumplir los 16, mis compañeras de colegio me regalaron una muñeca. Todavía la conservo. Era una muñeca de trapo, de esas que se regalan sólo cuando ya estamos seguras de que no jugamos con muñecas- ni con las de trapo, ni con las "de verdad". La puse por nombre Pacífica Pérez, en honor al protagista de la novela que acababa de leer. Pacífico me enamoró y, al enamorarme de su personaje, quedé prendada para siempre de él. Es incluso plausible que mi pacifismo tenga su origen ahí.
La Candi, el Bisa, Carmen, Mario, Azarías, Régula, la Desi, el Mochuelo, el Nini, Cipriano y tantos otros, se quedarán para siempre conmigo, aunque el que los soñó se nos haya ido.
viernes, 12 de marzo de 2010
La guerra de nuestros antepasados
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Descanse en paz, Miguel Delibes, MAESTRO.
ResponderEliminarParte de lo que ahora soy se lo debo a él.
Un abrazo.
Maestro. Eso es lo que fue.
ResponderEliminarGracias, Mercedes.
Bien que me acuerdo yo de tú Pacífica Pérez lo que no sabía era de donde venía su nombre, ya ves, después de tantos años ¡que cosas!.
ResponderEliminarSí hay algo en alguna parte, él estará encantado si se ha podido encontrar con su mujer, ojalá que así sea.