Una maestra de izquierdas en un colegio de monjas, allá en los primeros años 70. Casi una casualidad que me tocara ella como profesora de casi todo y, sobre todo, de Lengua. Era joven, tierna, cercana y, aunque no recuerdo su cara, sé que no podía ser sino bella.
¿Cómo habría sido mi vida de no ser por esa coincidencia? ¿Habría conseguido descubrir la poesía? ¿Me habría enamorado de Serrat igualmente? Recuerdo el silencio en el aula cuando ella (que llevaba el pelo suelto durante dos días y coleta el tercero) posó la aguja sobre el tocadiscos portátil. No sé si fue antes Miguel Hernández o Antonio Machado -¿te acuerdas tú, Juanamary?-, pero sí recuerdo cómo se abrieron las puertas de mi alma apartir de ese momento.
Tan cercano y tierno como la seño, Miguel se convirtió en el compañero de mis soledades y su corazón "en mi alimento".
Su muerte, hace hoy 68 años, fue la consecuencia de una casualidad. No creo que la maestra, que no duró en el colegio más allá de ese curso, se atreviera a contarnos en clase todos los detalles de esa corta vida. Probablemente, yo los descubriría algún tiempo más tarde. Y ese conocimiento fue como “un hachazo invisible” que todavía siento.
Le detuvieron en Huelva, cuando intentaba cruzar la frontera de Portugal. No fue la guardia civil, sino la policía de Salazar. Y no fue porque le reconocieran como un elemento subversivo, afín a la República, sino porque llevaba puesto su regalo de bodas. Un lujoso (y por tanto sospechoso) reloj de pulsera. Sin atender a razones le mandaron al calabozo ("por si acaso") donde un guardia civil, paisano suyo, lo reconoció. Era Miguel Hernández, poeta en busca y captura.
Y ahí tenemos al destino, una vez más, marcándonos para siempre.
¿Cómo habría sido mi vida de no ser por esa coincidencia? ¿Habría conseguido descubrir la poesía? ¿Me habría enamorado de Serrat igualmente? Recuerdo el silencio en el aula cuando ella (que llevaba el pelo suelto durante dos días y coleta el tercero) posó la aguja sobre el tocadiscos portátil. No sé si fue antes Miguel Hernández o Antonio Machado -¿te acuerdas tú, Juanamary?-, pero sí recuerdo cómo se abrieron las puertas de mi alma apartir de ese momento.
Tan cercano y tierno como la seño, Miguel se convirtió en el compañero de mis soledades y su corazón "en mi alimento".
Su muerte, hace hoy 68 años, fue la consecuencia de una casualidad. No creo que la maestra, que no duró en el colegio más allá de ese curso, se atreviera a contarnos en clase todos los detalles de esa corta vida. Probablemente, yo los descubriría algún tiempo más tarde. Y ese conocimiento fue como “un hachazo invisible” que todavía siento.
Le detuvieron en Huelva, cuando intentaba cruzar la frontera de Portugal. No fue la guardia civil, sino la policía de Salazar. Y no fue porque le reconocieran como un elemento subversivo, afín a la República, sino porque llevaba puesto su regalo de bodas. Un lujoso (y por tanto sospechoso) reloj de pulsera. Sin atender a razones le mandaron al calabozo ("por si acaso") donde un guardia civil, paisano suyo, lo reconoció. Era Miguel Hernández, poeta en busca y captura.
Y ahí tenemos al destino, una vez más, marcándonos para siempre.
Jesús Arroyo, A Miguel Hernández
Se ha muerto Miguel Hernández
sobre solitaria cama,
cuatro palomas de Alberti
no se equivocan de manta,
se la llevan a los campos
donde pastaron sus cabras.
Se ha muerto Miguel Hernández
sin la mano de su amada,
un veintiocho de marzo
con la primavera entrada.
.
Han silenciado tus versos
con oxidada guadaña,
entre barrotes de hierro
sin un patio de esperanza,
te conmutaron la muerte
para fusilarte el alma.
.
No me llores Josefina,
no malgastes más tus lágrimas,
déjalas para el labriego
que cosechará esta España
arrancando con sus manos
tanto odio, tanta rabia…
.
Te cantarán los poetas
sin levantar una espada,
se callarán asesinos
de paz, libertad y raza.
.
Y cuando todo termine,
amor, te vendrás conmigo,
diciendo en el alma quien…
quién amamantó el olivo.
.
No ha muerto Miguel Hernández
aceituneros altivos,
hijos de luz y de sombra,
campos de los heridos…
desprenderos de las sogas,
enterrad cualquier olvido
y gritad todos a coro
¡el poeta sigue vivo!
Los profesores tienen el privilegio de abrir y cerrar las puertas que se encontrarán los alumnos en su camino. Tuviste suerte, aquella maestra de izquierdas del colegio de monjas donde ibas te abrió una de las puertas más grandes para el ser humano: la de la sensibilidad.
ResponderEliminarHermoso homenaje a Miguel Hernández.
Un abrazo.
Desconozco todo de la poesía pero sí he leído a Hernandez, es la excepción en mi ignorancia.
ResponderEliminarTambién me emocionó y me sirvió de refugio en momentos de mi adolescencia y juventud. Me extrañaba descubrir en sus líneas emociones que yo sentía y que el resto del mundo parecía ignorar.
En paz descanse.
Un beso.
Digno y hermoso homenaje a Miguel Hernández!!!
ResponderEliminarInteresante narrativa del modo cómo apresaron al poeta.
En otro sitio leí que el guardia civil que lo reconoció vivió permanentemente con el remordimiento
De todos modos : Miguel continúa vivo en los corazones de todos los que reconocemos el valor de su vida y de su obra.
Traspone las fronteras .Es universal!
La memoria es una manera de resucitarlo!
Es ese un poder que a veces me aterra, Mercedes. Yo tuve mucha suerte, sí. Con ella y con otras que llegaron despúes.
ResponderEliminarMiguel Hernández tiene el poder de la cercanía, algo maravilloso en los poetas, médicos y filósofos.
ResponderEliminarUn placer verte por aquí, Cristina. Mucho tiempo hacía y te echaba de menos.
Gracias Carmela por tus palabras. ¡Que no nos falle nunca la memoria!
ResponderEliminarMaravilloso tu homenaje a Miguel Hernández, como no podía ser de otra manera.
ResponderEliminarEl poema cantado por Serrat, parece mentira pero, todavía hoy, con las veces que lo he oído y que lo he escuchado me sigue emocionando o mejor aún, me emociona mas que nunca, que cosas.
Eso es lo que tienen los grandes, Uma, que nunca cansan.
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