Foto: Erizo en la U.E.A. de eMi
La inmolación por la belleza, de Marco Denevi
El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.
Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo –como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.
Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc o, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón.
El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso ...
La inmolación por la belleza, de Marco Denevi
El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.
Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo –como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.
Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc o, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón.
El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso ...
Bueno, Emi, tengo que decirte que eres una inspiración.
ResponderEliminarEs un privilegio ser tu amiga y ser testigo.
Y creo que las personas que te rodean (incluida tu hija, especialmente) tienen mucha suerte de tener tu ejemplo y tu referente.
Gracias por estar ahí y compartir.
Completamente de acuerdo con Marié, es una suerte y un privilegio tenerte como amiga, madre o hermana.
ResponderEliminarEsta entrada es para reflexionar bastante ¿verdad? Me gusta.
Cuántas personas en nuestros días sacrifican lo mejor de sí mismas por aparentar estar bellas, no saben que ya lo son, o nadie se lo dijo.
ResponderEliminarUn cuento bello y cargado de mensaje.
Estoy de vuelta y espero que sigamos visitándonos.
Un abrazo.
Que conste que antes de que muriera nunca lo habría dicho, pero ahora que el pobre erizo ya está muerto, es lo mejor que le podía pasar -- si es que, como espero, hubo de descansar por fin en paz, o al menos conseguir un renacimiento mejor.
ResponderEliminarQué hermoso texto el de Marco Denevi, Emi.
ResponderEliminarSiempre es bueno recordar que las apariencias engañan, que los aparentemente pinchosos pueden esconder un corazón tierno, al que sólo le falta amor.
Un placer por aquí y gozar de tu sensibilidad.
Besos.
Marié, ya sabes que la inspiración lo eres tú. Cuánto me gustaría poder parecerme un poquito a ti.
ResponderEliminarUma, qué te voy a decir, que, como ya sabes, el privilegio es mío.
ResponderEliminarSí, el cuento da que pensar.
Gracias, Mercedes. A pesar del poco tiempo que tengo para bloguear, te echaba de menos.
ResponderEliminarBienvenida y desde luego que seguiremos visitándonos, con toda la frecuencia que sea capaz rascar.
Nunca lo habría dicho yo, pero ya que tú lo dices, no sé si es peor morir por vivir aislado que morir por poder aparentar lo que uno no es.
ResponderEliminarEl caso es que ese pobre animal murió a patadas un rato después de ser tomada la fotografía. Unos adolescentes no encontraron un balón mejor. Siento contarlo así, pero todavía estoy afectada. Quizá contarlo me ayude a liberarme de la tristeza que me causó.
Muy hermoso, Isabel. Tan hermoso como los que tu escribes. Gracias.
ResponderEliminarQue yo sea un poquito una inspiración para ti no contradice que tú lo seas para mí.
ResponderEliminarEs perfectamente compatible.
De hecho, la amistad a veces (no siempre, ya sé) se basa en eso, en el ejemplo mutuo que anima a tirar p'alante.
Pues resulta que Deshe está por Barna y ayer la vi. Qué alegría. Le di un abrazote superfuerte porque me traía aires de ti.
Resulta que puede ser que se quede por aquí, qué te parece?
Como las cosas sigan por este camino, no te va a quedar otra que venir de vez en cuando a hacernos una visita.
Marié, un poquito no, un muchito. Ay, Deshe, ¡mi querida Deshe! Que se quede por ahí me da esperanzas de volverla a ver.
ResponderEliminarLo que me apetece es irme de retiro con vosotras (aunque eso es una incongruencia, ¿no?)
Jajaja.. Bueno, no del todo.
ResponderEliminarDe retiro del samsara.
Compañeras de viaje al nirvana.
No es un mal plan, no?
Si te apuntas al próximo en Málaga, además conocerás a Magda -mi compañera de cama en la casa alquilada de Ulverston, lo que no está nada mal para empezar a conocerse.
Una buena pieza, muy interesante. No sé por qué me recuerda a ti.
¿Que decir? Yo entiendo al erizo, porque cuando se alcanza un sueño se prefiere vivir la intensidad aunque en ello se pierda mucho...o la vida...o se gana....quiero decir que todo es relativo...
ResponderEliminarTodos tenemos sueños y benditos de aquellos que se entregan a ellos aunque se pague un precio alto.
Tu eres una de esas personas intensas que en pos de aprender, de conocer, has sacrificado horas y horas de tus hermosos ojos.
Lo que no se debe es juzgar si el sueño de los otros es mejor o peor, simplemente admirar de la constancia y la entrega.
Gracias cielo por darme a conocer ese hermoso escrito.
¿Que decir? Yo entiendo al erizo, porque cuando se alcanza un sueño se prefiere vivir la intensidad aunque en ello se pierda mucho...o la vida...o se gana....quiero decir que todo es relativo...
ResponderEliminarTodos tenemos sueños y benditos de aquellos que se entregan a ellos aunque se pague un precio alto.
Tu eres una de esas personas intensas que en pos de aprender, de conocer, has sacrificado horas y horas de tus hermosos ojos.
Lo que no se debe es juzgar si el sueño de los otros es mejor o peor, simplemente admirar de la constancia y la entrega.
Gracias cielo por darme a conocer ese hermoso escrito.
Me refería exclusivamente al erizo del cuento, del que, al ser ficticio, se puede hablar más ligeramente. Con todo, yo, por ejemplo, no deseo que me suceda ningún mal, pero una vez que el mal ya me ha sucedido lo único que puedo hacer es tratar de sacar lo mejor de él. Aquí, con el erizo del cuento, era lo mismo. Una vez que ya está muerto, pero no antes, no es inapropiado decir que era lo mejor que le podía pasar. Una vida de erizo no es una gran vida, no es una vida que ninguno de nosotros quisiera para sí. Al final todos tenemos que morir, y después de morir, de poder elegir, todos desearíamos una de dos cosas: o bien la paz eterna, como se dice, o bien una vida mejor en un mundo mejor. Entonces, a los dos erizos, especialmente al segundo, les deseamos exactamente lo mismo.
ResponderEliminarNo me tientes, no me tientes, Marié. ¡Cómo me apetece!
ResponderEliminarEsas palabras, María, son sabias. Ya lo creo.
ResponderEliminarTodo tiene tantas lecturas...
Ya, Jaume, te entiendo. Pero la ficción no deja de ser un reflejo de la realidad.
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