Bye, o sea, ciao.
Yo no es que me quiera ir.
Pero cuando me vaya
(porque tenga que ser así),
no lo haré del todo,
algo quedará de mí.
Estaré
(un tiempo al menos),
en el recuerdo de aquéllos
que yo olvidaría.
(Maldita memoria la mía
que me relegará a una esquina
desterrándome de mi propia historia).
Estaré en el verdín de la roca
en el que, una y otra vez,
perdiendo pie me escurrí.
En la cuerda de la guitarra
que sin querer rompí.
En el canto de la cigarra
(lo verás
cuando pases
por ese lugar de La Provenza
donde un día fui feliz).
Puede que alguien
me encuentre perdida
en la letra de la canción
que nunca logré aprender.
En el beso que no di.
En las migas del mantel
o en algún sueño
de los que tuve cuando
no podía dormir.
Bye, o sea ciao,
Yo no es que me quiera ir.
Sólo es que prefiero eso
cuando el olvido
se apodere definitivamente de mí.
viernes, 27 de noviembre de 2009
Con el Chau de Benedetti
Foto: El retorno de la memoria, Arturo Carrasco
domingo, 15 de noviembre de 2009
Más que un amigo
Elegía en la muerte de un perro de Miguel de Unamuno
La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.
Sus ojos mansos
no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.
Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran…
¡El otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?
Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lengua de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir los ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria!
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!…
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
¿Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios, porque te has muerto?
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿Adónde vamos, mi amo?
¿Adónde vamos?
El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!
Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adónde vamos?
¡Ser hombre, pobre perro!
Mira, tu hermano,
ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios, tendido,
aullando a los cielos,
¡llama a la muerte!
Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo,
ni morir sabe.
Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.
Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿adónde vamos?
La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.
Sus ojos mansos
no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.
Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran…
¡El otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?
Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lengua de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir los ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria!
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!…
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
¿Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios, porque te has muerto?
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿Adónde vamos, mi amo?
¿Adónde vamos?
El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!
Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adónde vamos?
¡Ser hombre, pobre perro!
Mira, tu hermano,
ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios, tendido,
aullando a los cielos,
¡llama a la muerte!
Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo,
ni morir sabe.
Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.
Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿adónde vamos?
jueves, 5 de noviembre de 2009
El Muro de Berlín
Foto: El muro de Berlín en 1989, eMi
Foto: El muro de Berlín en diciembre de 1989, eMi
Foto: Metro en el Berlín oriental, eMi
Foto: El muro de Berlín en diciembre de 1989, eMi
Foto: Metro en el Berlín oriental, eMi
Una experiencia única. Un viaje que nada tuvo que ver con lo turístico. Un contacto con la realidad que acabó con la utopía. Un sueño del que despertamos para vernos de lleno en la tristeza del blanco o negro. Fin de una etapa. Comienzo de la edad madura.
No, no es que el lugar tuviera magia. Mágicos fueron los días que nos permitieron vivir en primera persona un proceso histórico que afectaría más o menos directamente a nuestras vidas. Fue todo un privilegio conocer un mundo que iniciaba su desaparición para siempre. Un mundo derribado como el propio Muro. Atravesar el checkpoint Charlie, verse abrazado por desconocidos por la mera alegría de tener contacto con alguien del otro lado, viajar en metros absolutamente limpios de publicidad, pasear por plazas sin ceniceros ni colillas, volar en aviones con rotos cinturones de seguridad, emborracharse para no ser groseros con la hospitalidad (imposible rechazar los chupitos o no corresponder con más), disfrutar de "La flauta mágica" por el módico precio de 10 pesetas, viajar en tranvía por 20 céntimos, son algunos ejemplos de la mágia que vivimos unos días después de que los berlineses empezaran a picar el Muro (yo conservo mi trocito).
Take me away
Fotos: Take it easy, Ben; Bluebonnets, Cybastean; We are not alone, Yusuf_alioglu; Freedom, Pablo J. Ghünter
Cowboy Take Me Away
I said I wanna touch the earth
I wanna break it in my hands
I wanna grow something wild and unruly
I wanna sleep on the hard ground
In the comfort of your arms
On a pillow of bluebonnets
In a blanket made of stars
Oh it sounds good to me I said
Cowboy take me away
Fly this girl as high as you can
Into the wild blue
Set me free oh I pray
Closer to heaven above and
Closer to you closer to you
I wanna walk and not run
I wanna skip and not fall
I wanna look at the horizon
And not see a building standing tall
I wanna be the only one
For miles and miles
Except for maybe you
And your simple smile
Oh it sounds good to me
Yes it sounds so good to me
Cowboy take me away
Fly this girl as high as you can
Into the wild blue
Set me free oh I pray
Closer to heaven above and
Closer to you closer to you
I said I wanna touch the earth
I wanna break it in my hands
I wanna grow something wild and unruly
Oh it sounds so good to me
Cowboy take me away
Fly this girl as high as you can
Into the wild blue
Set me free oh I pray
Closer to heaven above and
Closer to you closer to you
Closer to you
Cowboy take me away.
Closer to you
I said I wanna touch the earth
I wanna break it in my hands
I wanna grow something wild and unruly
I wanna sleep on the hard ground
In the comfort of your arms
On a pillow of bluebonnets
In a blanket made of stars
Oh it sounds good to me I said
Cowboy take me away
Fly this girl as high as you can
Into the wild blue
Set me free oh I pray
Closer to heaven above and
Closer to you closer to you
I wanna walk and not run
I wanna skip and not fall
I wanna look at the horizon
And not see a building standing tall
I wanna be the only one
For miles and miles
Except for maybe you
And your simple smile
Oh it sounds good to me
Yes it sounds so good to me
Cowboy take me away
Fly this girl as high as you can
Into the wild blue
Set me free oh I pray
Closer to heaven above and
Closer to you closer to you
I said I wanna touch the earth
I wanna break it in my hands
I wanna grow something wild and unruly
Oh it sounds so good to me
Cowboy take me away
Fly this girl as high as you can
Into the wild blue
Set me free oh I pray
Closer to heaven above and
Closer to you closer to you
Closer to you
Cowboy take me away.
Closer to you
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Qué es eso?
Foto: La silla vacía, Saul Landell
The Little Boy and the Old Man, Shel Silverstein
Said the little boy, "Sometimes I drop my spoon."
Said the old man, "I do that, too."
The little boy whispered, "I wet my pants."
"I do that too," laughed the little old man.
Said the little boy, "I often cry."
The old man nodded, "So do I."
"But worst of all," said the boy, "it seems
Grown-ups don't pay attention to me."
And he felt the warmth of a wrinkled old hand.
"I know what you mean," said the little old man.
Said the old man, "I do that, too."
The little boy whispered, "I wet my pants."
"I do that too," laughed the little old man.
Said the little boy, "I often cry."
The old man nodded, "So do I."
"But worst of all," said the boy, "it seems
Grown-ups don't pay attention to me."
And he felt the warmth of a wrinkled old hand.
"I know what you mean," said the little old man.
El muchacho y el anciano
Dijo el muchacho, "A veces se me cae la cuchara."
Dijo el anciano, "A mi me pasa eso también."
El muchacho musitó, "Mojo los pantalones."
"Yo también", rió el anciano.
El muchacho dijo, "A menudo lloro."
El anciano asintió, "Yo también."
"Pero lo peor de todo" dijo el chaval, "parece
que los adultos no me prestan atención."
Y sintió el calor de una vieja y arrugada mano.
"Sé a lo que te refieres," dijo el anciano.
martes, 3 de noviembre de 2009
Alda Merini
Foto: Alda Merini
Alda Merini
Ho acceso un falò
nelle mie notti di luna
per richiamare gli ospiti
come fanno le prostitute
ai bordi di certe strade,
ma nessuno si é fermato a guardare
e il mio falò si è spento.
Encendí una fogata
en mis noches de luna
para llamar a los huéspedes
como hacen las prostitutas
en la orilla de ciertas carreteras,
pero nadie se detuvo a mirar
y mi fogata se apagó.
José Luis López Vázquez, Francisco Ayala, Pina Bausch, Alda Merini junto con otras dos madres, esas que son reinas de corazones, suman seis adioses en unos pocos días.
Alda Merini, con su collar de perlas, sus cuatro hijas y los 70 u 80 cigarrillos diarios que le prolongaron la vida -pese a la locura y la muerte en vida. Así suenan sus versos y retumbarán desde la otra orilla.
lunes, 2 de noviembre de 2009
Decir amigo
Paulo Coelho
Un Hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales( a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…).
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.
En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:
Buenos días.
Buenos días - Respondió el guardián
¿ Cómo se llama este lugar tan bonito?.
Esto es el cielo.
Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.
Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…
Lo siento mucho – Dijo el guardián – pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber sólo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles..
A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.
Buenos días – dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo
Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar.
Podéis beber toda el agua como queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar gracias al hombre
Podéis volver siempre que queráis – Le respondió éste.
A propósito, ¿cómo se llama este lugar? – preguntó el hombre.
CIELO.
¿El Cielo? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
Aquello no era el Cielo. Era el Infierno – contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡ Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el caminante.
¡De ninguna manera! – respondió el hombre. En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…
domingo, 1 de noviembre de 2009
Lo único que queda es el desierto
Este mundo es como el desierto y todos tenemos que hacernos a la idea. (...)
Si llueve, las plantas florecen; si no llueve, se secan. Los insectos son devorados por las lagartijas, por los pájaros. Pero, en definitiva, todos acaban muriendo. Y, después de muertos, se secan. Cuando una generación muere, la sucede la siguiente. Es así, Hay muchas maneras de vivir. Hay muchas maneras de morir. Pero eso no tiene ninguna importancia. Al final, sólo queda el desierto. El desierto es lo único que vive de verdad. (...)
"Toda se va deprisa", pensé. Algunas cosas desparecen de repente como si las hubieran cortado. Otras se van difuminando despacio antes de borrarse definitivamente. "Y lo único que queda es el desierto."
Haruki Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del sol
Suscribirse a:
Entradas (Atom)