Elegía en la muerte de un perro de Miguel de Unamuno
La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.
Sus ojos mansos
no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.
Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran…
¡El otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?
Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lengua de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir los ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria!
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!…
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
¿Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios, porque te has muerto?
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿Adónde vamos, mi amo?
¿Adónde vamos?
El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!
Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adónde vamos?
¡Ser hombre, pobre perro!
Mira, tu hermano,
ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios, tendido,
aullando a los cielos,
¡llama a la muerte!
Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo,
ni morir sabe.
Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.
Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿adónde vamos?
La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.
Sus ojos mansos
no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.
Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran…
¡El otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?
Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lengua de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?
¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir los ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria!
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!…
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
¿Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios, porque te has muerto?
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿Adónde vamos, mi amo?
¿Adónde vamos?
El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!
Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adónde vamos?
¡Ser hombre, pobre perro!
Mira, tu hermano,
ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios, tendido,
aullando a los cielos,
¡llama a la muerte!
Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo,
ni morir sabe.
Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.
Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿adónde vamos?
Siempre he considerado a Miguel de Unamuno como un buen poeta. Quizás no se le ha valorado esta faceta con la debida importancia, teniendo en cuenta la profundidad de su pensamiento. Esta poesía sobre el perro pudiera parecer muy profunda por sus ideas,pero realmente es de una gran ternura. Me ha encantado leerla despacio y la volveré a leer. Gracias por publicarla. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Emi, es un homenaje precioso y el poema maravilloso, no tengo palabras, solo decirte gracias, gracias, y mil veces gracias, sabes muy bien lo que significaba para nosotros, hay un gran vacio en casa.
ResponderEliminarMaripili, ¿has oído hablar de un libro, "El arte de conducir bajo la lluvia", de Garth Stein, -Ed. Suma?
ResponderEliminarEstá narrado por un perro en primera persona. Creo que comienza así: “Una vez vi un documental. Era sobre perros en Mongolia. Decía que los perros, los perros que están preparados para dejar atrás su condición de tales, se reencarnan como humanos. Estoy preparado”.
Ya sé que es ficción, pero a veces la ficción resulta inspiradora y un eficaz alivio para la mente humana.
Además, es una historia preciosa de amistad y de amor entre un perro y un hombre. Y también entre el perro y la mujer, una intensa historia de conexión en la vida y en la muerte.
Cualquiera que tenga un perro, o lo pierda (o cualquier otro animal, por qué no), disfrutará mucho con la lectura de este libro.
Y ya nunca se relacionará igual con él -o ella.
Te lo agradezco Marié y no dudes que lo buscaré y lo leeré, puede que sea un sentimiento exagerado, pero es nuestro sentimiento, nos daba todo lo que podía a cambio de nada, llenaba parte de nuestros silencios, nos ha enseñado muchas cosas y ahora la casa parece que está muda, pero pasará. Gracias de nuevo.
ResponderEliminarPrecioso este poema de Unamuno, que no conocía. Sinceramente que lamento lo de tu perro, Maripili. Hace algunos años ni yo mismo me reconocería compadeciendo a alguien por la muerte de un animal de compañía, pero desde que nuestra perrita llegó a mi casa, todos mis esquemas sobre los perros se vinieron abajo. Esa fidelidad desinteresada y sincera de mi perra es una actitud que resulta rara entre los seres humanos.
ResponderEliminarMe sorprendo a mí mismo diciendo esto, pero Emi, me ha conmovido mucho este poema, y no quiero ni pensar en el día en el que nuestra perrita nos abandone para siempre. Si hay otra forma de vida tras la muerte, desde luego sería un verdadero paraíso si en ella pudiéramos volver a disfrutar de nuestras mascotas.
Fer.
No me parece para nada exagerado, Maripili.
ResponderEliminarDe hecho me parece una absoluta ceguera no ver la entrega y el amor de los animales-mascota. O el amor en cierta forma desinteresado que producen en nosotr@s.
Qué desperdicio no apreciar los buenos sentimientos, los potenciales, donde quiera que estén.
(En cambio, nos pasamos el día dándole vueltas a pensamientos inútiles y destructivos repetitivos).
En fin, somos carne de nuestra cultura, para lo bueno y para lo malo.
Pero afortunadamente vamos aprendiendo algo más -y distinto- por el camino.
Disfruta de todo el amor que hay en tu duelo.
(Y del amor que hay antes del duelo, antes de la pérdida, no, Fer?)
Un fortísimo abrazo.
No se maripili expresarme com Emi, ni tengo su ternura ni su sensibilidad ni ese maravilloso saber hacer que tiene para hacernos sentir mas vivas y mas humanas pero sabes que te mando mi cariño y que no puedo evitar sentirme como tú (en mi medida) por la pérdida de Tusky cada vez que miro a mis bichos. Tú pérdida hace que yo sinta mas la presencia de esos trastos, supongo que esa es parte de la reencarnación y que Tusky anda por aquí obligandome a ser mas sensible con ellos.
ResponderEliminarA ambas mi cariño (Maripili y Emiy por supuesto mi agradecimiento)
El poema maravilloso y profundo como casi todos de Unamuno. Gracias.
Gracias a todos es reconfortante saber que somos muchos los que nos entendemos con respecto a los animales, pues hay otras muchas peersonas que son incapaces de entendernos pero allá ellas, no saben lo que se pierden.
ResponderEliminarY además sí con el homenaje de Emi a Tuski conseguimos que déis mas mimitos a vuestras mascotas me suaviza la pena que tengo con su marcha. Y no dudéis en mimarles, que cuando se van parece que falta haber dado el último achuchón.
Gracias a ti, Fernando, por venir a disfrutar aquí cuando tu poesía es merecedora de premios. Por cierto, enhorabuena por el último premio del Ateneo de Torre.
ResponderEliminarLa poesía de Unamuno (y ¡Dámaso Alonso!) me gustó muchíiiisimo durante la adolescencia. Por lo visto se puede volver a disfrutar una y otra vez de lo mismo.
Un vacío que no se llenará fácilmente, Maripili, porque ningún animal puede sustituir a otro. exactamente igual que es imposible de llenar la ausencia de las personas.
ResponderEliminarEl arte de conducir bajo la lluvia …mmmm tiene un título que me resulta familiar, Marié, seguro que es tan interesante como promete su título. Pero, ser perro y reencarnarse en hombre, a mi no me parece ninguna “salto adelante”. Yo soy mujer y, si pudiera, me reencarnaría en perra, al menos en Tusky o Kika. Cuando Jara era más pequeña me solía decir “Ay, Emi, yo quiero ser como Kika” y yo le decía, “Pero ¿qué dices?, ¿te imaginas el aburrimiento? ¿La dependencia? Esperar a que te den de comer, te abran la puerta para salir o quieran jugar contigo,… Ahora soy yo la que le digo a Jara “Ay, Jara, yo quiero ser como Kika” Y no porque ahora me importe menos ser dependiente, sino porque Kika nos habla y sus deseos se ven cumplidos inmediatamente. Es el ser vivo más malcriado de la creación –ahora que Tusky no está, claro.
ResponderEliminarFidelidad, Fer, según y cómo. Desinteresada, no sé. Kika siempre está interesada, eso sí, en una sola cosa desde que una operación le quitó las ganas de la otra: el comer. Eso es lo único que mi Perri tiene en la cabeza. A cambio, te lo da todo.
ResponderEliminarLo que si nos dan los animales es lealtad. ¡Cómo me gusta esa palabra! Tanto como la palabra “verdad” La fidelidad es secundaria.
María, me hace gracia lo “modesta” que eres. Te expresas mucho mejor que yo ¡y no hablemos de la ternura y la sensibilidad que gastas!
ResponderEliminarSupongo que tienes razón (como casi siempre). Creo que un defecto mío, de los muchos que tengo, es el de confundir los significados de esas tres palabras: fidelidad, verdad, lealtad. No sé diferenciarlas (en esto admito que soy tan débil...). En el fondo creo que estoy mal dotado en cualquiera de esas tres capacidades. No soy capaz de ser fiel, porque cuando encuentro belleza se me olvida serlo. No soy capaz entonces de admitir la verdad, porque por disfrutar de lo bello tampoco quiero renunciar a quien sí me es fiel. Y ocultar la verdad me impide practicar la virtud de la lealtad , pues la única lealtad que practico es la de ser leal a la belleza: lo cual es una paradoja, porque al perseguir a la belleza dejo de ser leal con quienes lo son conmigo. En fin, un desastre.
ResponderEliminarPor eso admiro tanto a mi perrita. Es verdad que a veces hace cosas por instinto (creo que por un trozo de chorizo sería capaz casi de cualquier cosa), pero cuando vuelvo a casa machacado por los golpes de la vida, encuentro en su forma de buscarme una lealtad inquebrantable, la de un ser que hagas lo que hagas te entrega todo su cariño simplemente por ser quien eres.
Sin duda mi perrita está en un nivel de lealtad muy superior al mío. Fer.
Hola eMi. Pasé a visitarte. Te reitero que me gusta tu blog, su sentido de existir. Reflexivo y relajante. :) El 10 de diciembre es la presentación del libro en el que colaboré con un artículo. Me gustaría enviarte un ejemplar. Saludos!
ResponderEliminarGracias, Fer, por darme la razón porque, me la quitas con tanta gracia, que no me importa perderla. No quiero ser -en esta ocasión -y sin que sirva de precedente- una garrapata peleona.
ResponderEliminarComo cualidades no te faltan, puedes alegremente permitirte el lujo de saltarte alguna que otra, aunque de sobra sé que tu lealtad está fuera de dudas. Tu inteligencia emocional es digna de un superdotado. Debe ser por eso que te quieren hasta las palomas (que dejan tu coche impoluto cuando a los de los demás no brean).
.
Hola José, muchas gracias por tus visitas, también las silenciosas. Y gracias por tus palabras. Siempre anima saber que alguien escucha por ahí.
ResponderEliminarHe visto la invitación a la presentación de tu libro y no te imaginas lo que me encantaría estar por allá ese jueves. Será desde luego un gran consuelo y un honor para mí leerlo.