Nieva en mí
Nieva en mí
cuando las noches se me pasan sin dormir.
Es entonces cuando
todo cuanto sueño se abre al recuerdo.
Y ya no sé si sueño,
recuerdo o rezo.
Tras la ventana,
veo el silencio.
Escucho la farola que se enciende intermitente,
insistente, despiadada.
Cerrados, mis ojos
el amanecer presienten .
Y tiemblo.
No es frío, es miedo.
Miedo que tu respiración disipa,
... sin tú saberlo.
No hace falta comentar nada, un fuerte aplauso y ya está!
ResponderEliminarAhhhhh, las farolas y sus presencias, siempre especiales en los páramos del recuerdo!
ResponderEliminaren los vacíos flotantes de las mentes apagadas, ellas siempre iluminando la oscuridad de las noches
y extinguiéndose al alba tras una noche de insomnio,de pensamientos,
de rezos...
Precioso el poema, silente y luminoso, tenue y tranquilo,
shhhhhhhhhh,
duerme...afuera,
cae la nieve.
Un beso Emi,
ana
Muchas gracias Rolex por tu apoyo. Valoro mucho tus aplausos.
ResponderEliminarPues Ana, esta farola de la que yo hablo no es especial, es real y odiosa. La sufrimos desde hace semanas, meses. Nos desvela con su intermitencia, pero parece que somos nosotros los únicos que la sufrimos porque nadie le cambia la bombilla.
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Me gustaría que eso último que dices se escuchara en la madrugada.
Precioso sencillamente precioso
ResponderEliminarMe gusta mucho la foto, pero más me gusta tú poema.
ResponderEliminarNo voy a buscar nada especial, sencillamente eres genial.
Por cierto, han arreglado la bombilla.
Besos
Y tiemblas? De miedo? Ante un amanecer?
ResponderEliminarYo también siento miedo a veces al despertar -o sentía, no sé cómo se fue ni por qué, pero ese tipo de puertas siempre están abiertas, para emociones que entran y que salen y que vuelven a entrar.
La noche es más cómoda y segura.
Pero al menos hay una respiración que disipa tu miedo.
Yo me conformo con el café.
Gracias Arturo, muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias, maripili. A todas las luces se aprecia que no eres imparcial. =)
ResponderEliminarQue va, la bombilla sigue encendiéndose y apagándose, lo que pasa es que bajamos las persianas.
Tú lo has dicho, "emociones que entran y que salen y que vuelven a entrar". Al miedo yo le cerraría la puerta a cal y canto, pero, lo importante es desarrollar recursos para mantenerlo a raya.
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