Cada cual tiene las suyas. El tiempo, los zapatos de tacón alto, la muerte, el futbol, la búsqueda de la perfección. Obsesiones variopintas para todos los gustos. Tener alguna manía parece normal, especialmente cuando se trata de genios. Sin embargo, Glenn Gould, no es que tuviera alguna, es que las coleccionaba. Entre las más extravagantes estaban ponerse bufandas y mitones hasta en verano, no dar la mano al saludar y tararear mientras tocaba. Pero, de todas sus manías, la más curiosa era la obcecación que sentía por tocar sentado en su silla. Sentir predilección por una silla en particular. Tampoco sería extraño si no fuera porque la silla de Gould, arreglada por su padre, además de estar desconchada, tenía respaldo, las patas recortadas y carecía de asiento. Con ella, el piano le quedaba casi a la altura de la nariz. Eso sí, su magistral técnica y su originalidad al interpretar le convierten en uno de los más geniales intérpretes de piano de la historia y sus interpretaciónes de las Variaciones Golberg son un referente musical. De esas variaciones hizo dos grabaciones, una en 1955 y otra en 1981. Ésta última es para escucharla cada vez que uno sufre por tener una obsesión.
Glenn Gould murió en 1981, a los 50 años de edad, de una embolia cerebral. Poco después, se le diagnosticó el síndrome de Asperger