"In a quarrel with one of my sons, I said, 'I know I`ve been a lousy father'. He said, 'A father? You haven`t been a father at all!'"
Ingmar Bergman
Hay películas que veo una y otra vez y no dejan de sorprenderme, siguen gustándome como el primer día. Otras, en cambio, me basta con verlas una vez para sentir que han dejado una huella indeleble en mí. Sonata de Otoño es una de ellas.
Aunque yo debí verla algo más tarde, se estrenó en 1978. Por esa época seguíamos sistemáticamente a los directores que hacían “cine de autor” (la mayoría de ellos de nacionalidad francesa e italiana). Tras quedar muy impresionada por El huevo de la serpiente, Bergman era uno de esos directores cuyos estrenos yo no me perdía. Liv Ullmann, su actriz talismán (con ella llegó a rodar 9 películas y tuvo una hija), está increíble en esta cinta, pero, Ingrid Bergman era, y será siempre, my actriz favorita. No es ésta una elección que se deba a un criterio de entendida -claramente no lo soy. Es simplemente una “corazonada”, es decir, es el corazón el que me pide considerarla así.
Sonata de Otoño, a pesar de que recibió varios importantes premios, no logró ninguno de los dos Óscar para los que fue propuesta. No es, ni mucho menos, la mejor película de Bergman. Por el contrario, es una película que cualquier joven de hoy llamaría, despectivamente, lenta. Sin embargo, para mí tiene el tempo perfecto, ese que me permite reflexionar sobre lo que veo mientras lo veo. Es, además, una película que no todo el mundo soportaría. Su dramatismo, su atmósfera angustiosa e inquietante, nos toma de la mano para pasearnos, descarnadamente, por nuestra propia experiencia. Aunque personalmente no me identifique en absoluto con esa relación madre -hija, hay escenas que me hacen sentir desnuda, como si, en los diálogos, algo de mí misma se revelase.
La historia narra el reencuentro –después de varios años- de Charlotte, una famosa concertista de piano, con sus hijas, Eva y Helena. Al llegar a la casa, Charlotte descubre que Eva y su marido, han sacado de la institución donde estaba recluida a Helena y cuidan de ella ya que está inválida a causa de una enfermedad degenerativa. En una sola noche, Eva consigue romper la ampolla que no ha dejado de crecer y crecer en su alma, desde niña.
Liv Ulman cuenta en una entrevista, las feroces discusiones que mantuvieron durante el rodaje el director y la Bergman. Ella consideraba que el guión juzgaba con dureza a la madre por haber priorizado su carrera musical frente a la atención de su familia. Le indignaba el tener que representar a una madre culpabilizada por algo que, de haber sido hombre, se habría considerado perfectamente incuestionable. En esa rebelión de la actriz hacia el director, puede que no sólo se manifestara un espíritu feminista propio de su tiempo, sino también la herida personal, provocada por la “huida” del padre de Ingrid al fallecer su madre. El relato de esas peleas se puede escuchar en el segundo vídeo. Desafortunadamente, no lo he encontrado en castellano, como tampoco está en castellano la escena de la película que, en mi opinión, concentra la mayor intensidad e interés y podéis ver en sueco con malos subtítulos en inglés.
Sonata de Otoño nos hace reflexionar sobre las relaciones madre-hija (según los psicólogos las relaciones madre-hijo son aún más funestas), el amor como coartada, amenaza y chantaje emocional y, visto en perspectiva, el papel de la mujer en la familia. Al verla esta vez, me he acordado del nombramiento de la ministra de defensa, Carme Chacón, a punto de dar a luz y su inmediata incorporación al trabajo tras el parto. ¿Cuántos padres habrán tenido hijos siendo ministros a lo largo de la democracia? No lo sé porque no se ha comentado, ni discutido.
Ingmar Berman falleció el 30 de julio de 2007. Su genialidad está a la altura de los grandes compositores y autores del siglo XX. Quiso el destino que, -como antes Cervantes y Shakespeare- muriera el mismo día que otro genio del séptimo arte, Michelangelo Antonioni.
Biografía de Ingmar Bergman
Biografía de Ingrid Bergman
Biografía de Liv Ulmann
Qué dureza.
ResponderEliminarQué crueldad...
Otro de los infiernos similares.
No puedo hacer bromas.
Excepto que por culpa de tus entradas vuelvo a llegar tarde a mis cursos de fin de semana.
Y me voy con el corazón en un puño y una mano invisible apretando fuerte en la garganta.
Es endiabladamente bueno Bergman haciendo películas de terror emocional.
¿Sabes qué, Marié? A mi me parece un momento tremendamente emotivo. Esa intimidad ¡por fin! libera un nudo entre una madre y una hija. La película, si no recuerdo mal, no acaba bien. Charlotte se va como llegó. Pero eso es culpa de Ingmar B.
ResponderEliminarCreo que si el guión lo escribe una mujer, el drama vivido esa noche habría tenido un poder catártico y de redención insuperable. Abrir esa pústula es imprescindible. Toda la miseria vivida por Eva no es culpa de la madre -según yo lo veo. Eva es víctima de sí misma, de su inseguridad, de sus complejos. La madre, Charlotte, es víctima de sí misma. Es una "autista emocional" y el autismo, en ninguna de sus variantes, es culpa de nadie. Es una herencia. ¿Cómo era la madre de Charlotte? ¿Qué le tocó vivie a Charlotte en su infancia? ¿Podemos culpar a alguien? ¿Hay que culpar a alguien? ¿No deberíamos todos sentirnos a obligados a vivir la alegria para no transmitir la infelicidad?
Esa es mi conclusión final (hay pocas cosas de las que esté más segura). Todos estamos moralmente obligados a, sin autoengaños ni fingimientos, buscar el camino de nuestra propia alegría. Nadie tiene derecho a culpar a los demás de su infelicidad.
Acabo de llegar y ya veo la intensidad de tu entrada, pero estoy completamente de acuerdo contigo en tu frase final, aunque sin embargo muchos pensamos o piensan que la culpa de nuestra propia infelicidad la tienen casi siempre los demás y, principalmente, los padres. Me apunto a "todos estamos moralmente obligados...". ojalá fuéramos capaces de ello.
ResponderEliminarQué buena, eh maripili? Qué acertada la reflexión de Emi.
ResponderEliminarDesde el principio hasta el final.
Me has ido conmoviendo por momentos, en cada línea.
Yo también veo como una gran pérdida (un desperdicio de sufrimiento) que la escena no haya tenido finalmente ese poder catártico y de redención.
Muy buena tu pregunta: cómo era la madre de Charlotte? Qué le tocó vivir a ella?
Pero, al final, qué más da; al final, lo que resulta realmente crucial es lo que haces con tu experiencia.
No, nadie tiene derecho a culpar a nadie de su infelicidad, y menos a una madre.
La adolescencia se acaba cuando empiezas a responsabilizarte de tus propias emociones y a aceptar que tu madre no es el origen de todo lo malo y lo bueno que ocurre en tu vida y en el universo entero.
Me alegro, chicas, que lo veáis como yo. ¡Qué difícil es entender por qué las cosas son como son! Y, al fin y al cabo ¿Qué más dará eso? Lo importante es liberar el dolor: "let it go".
ResponderEliminarNo dejo de alucinarme Emi. Cuando apenas contaba 15 años, mi madre me empezó a llevar al cine con ella. Ibamos solas las dos (mi padre no era muy amante de este tipo de cine), solíamos ir a las 10,30 después de cenar, al cine de este pueblo. Allí me vi toda la filmografía prácticamente de I.Bergman. Recuerdo muy especialmente esta "Sonata de otoño", "confesiones de un matrimonio", "Sonrisas de una noche de verano"... y sabes? no siempre entendía demasiado las películas de Bergman, era muy joven, pero fue una semilla que germinó y me ayudó a descubrir y a buscar otro tipo de pelis, a buscar películas que me hicieran pensar días después incluso, de haberlas visto.
ResponderEliminarEs uno de mis directores predilectos, con E. Rohmer en otro estilo distinto.
Bergman consigue llegar al centro del alma, allí dónde yo creo que se cocina todo. Y conseguir que salgamos con un plato exquisito entre las manos cuando salimos de sus pelis.
Un beso Emi,
Ni yo, Ana, ni yo, yo tampoco dejo de alucinarme porque, también yo me iba al cine con mi madre. Esos cines de sesión continua en donde podías empezar la película por la mitad y quedarte después de la segunda sesión a ver el comienzo.
ResponderEliminarLo de que no entendieras muy bien la película, no me extraña. No las entiendo ni yo ahora. jajaaja. No es nada fácil este Bergman. Y, si hablamos de Godard ya ni cuento, aunque ese nunca me gustó.
Rohmer, sí. Yo también me veía todas las de Rohmer.
Es una película esencial.
ResponderEliminarEl drama que estalla poniendo al desnudo el vínculo madre- hija implica ponernos a reflexionar sobre nuestras propias relaciones humanas.
Siento que Sonata otoñal es una de las mejores películas de Bergman.
Liv : excelente actriz que a través de su actuación incorpora el papel de una manera magistral.