¿Y quién puso las normas?
Hace un par de días que vi esta conmovedora historia de amor y vida que es Revolutionary Road. Después de alguna reflexión, lo que más me sorprende, es descubrir el extraordinario parecido de nuestra sociedad de hoy con la descrita en la película, a pesar de estar situada a mediados de los años 50 y en los EEUU. Llama la atención cómo los valores de estabilidad y seguridad, tanto en el trabajo como en el matrimonio, siguen presentes aquí y ahora.
Frank es un marido típico que ama a su esposa, más como esposa que como mujer. Será por ello que es incapaz de comprender las aspiraciones de April. Ella es una actriz frustrada que se ha enamorado de él porque le consideraba el hombre más interesante y divertido sobre la tierra. Pero, realizar un trabajo que no te gusta, día tras día (él vende aparatos de oficina y ella es ama de casa), tiene su precio. Desgasta la alegría de vivir, la creatividad y el buen humor. En definitiva, que el aburrimiento y la distancia conviven con ellos y sus dos hermosos hijos. En ese contexto, resulta chocante la escena en la que, mientras él está desahogando su tristeza con la secretaria, ella está maquinando un plan de choque para acabar con la desidia. April, le propone a Frank vender la casa y trasladarse a París, lugar donde Frank ubicaba sus sueños de juventud. Ella trabajaría para él y él podría pensar sobre lo que quiere hacer con su vida ¿Infantil? ¿Caprichoso? Todo el mundo lo juzgará y, al final, prevalecerá el sentido común, la cordura.
Una de las cosas que más me gustan de la peli es que, a pesar de que todas mis simpatías se vuelcan en April, Frank me parece tan víctima de la comodidad como ella. Es de esas películas que se pueden ver y rever, unas veces desde el punto de vista de ella y otras desde el punto de vista de él.
También me atrae la fuerza de la película para devolver a la orilla todo lo que tiramos porque no lo queremos ni ver. Me refiero a nuestras -bueno, en realidad las mías- contradicciones cotidianas. Esa defensa teórica de subir la empinada cuesta de la Calle de la Revolución, para luego instalarte para siempre en la rutina y comodidad cotidianas. O, lo que es lo mismo, animar a todo el mundo a subir la cuesta y, a la hora de la verdad, aconsejarles sensatez.
En verión original
En español
Ficha técnica: Revolutionary Road by Justin Haythe (Novela: Richard Yates)
Muy interesante reportaje. No había visto esta película. El fondo es tremendo, efectivamente, y no dejamos de ver casos como éste todos los días. Es que la vida común exige mucha entrega y muchos sacrificios. Es curioso que los americanos, cuando piensan en ser felices, piensan siempre en París.Yo he vivido varios años trabajando en París y creo que es una ciudad muy complicada y difícil. Hubiese preferido vivir en cualquier otra ciudad francesa. Gracias por tu trabajo. Un cordial saludo.
ResponderEliminarPuedo comentar la película porque acabo de verla, realmente parece menteria la época y el lugar y ahora, yo creo, sigue siendo lo mismo, hay que tener, no se que hay que tener, para decidir dar un giro a la vida y hacer lo que realmente nos gustaría, es tan dificil renunciar, no solo a lo sentimental sino también a lo material, pero hay que saber ver lo positivo de la vida que nos rodea y valorar lo que tenemos, April no fue capaz quiso dar un cambio a su vida y mas que a la suya a la de su marido, y lo consiguió, ya lo creo que lo consiguió.
ResponderEliminarSí, Fernando, en realidad, París no es más que el símbolo de la huida. Creo que eso es lo de menos. Lo trágico es que renunciemos a nuestros sueños por miedo a perder lo que no nos da felicidad.
ResponderEliminarGracias a ti por pasar.
Efectivamente, Uma, ver el valor de lo que nos rodea es muy importante, pero conformarse con lo que no llega a ser nuestra auténtica vida es triste.
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