El Encantador de Serpientes nos muestra un chaval desnudo con una pitón al cuello mientras un anciano toca la flauta. Un grupo de mercenarios ataviados con sus trajes tribales, ornamentos y armas rodean la escena. Estas imágenes erótico-exóticas del Próximo Oriente fueron muy populares a finales del siglo pasado. Lo curioso del cuadro es que, a pesar de su aparente realismo fotográfico, la escena es un pastiche. Una mezcla de elementos egipcios, turcos e indios imposibles de reunir en la realidad.
Esa mezcla imposible es la magia que atesoran ciertas personas que nos encandilan al son de su flauta, haciéndonos perdonar lo imperdonable, olvidar lo inolvidable y amar hasta la extenuación.
Esa mezcla imposible es la magia que atesoran ciertas personas que nos encandilan al son de su flauta, haciéndonos perdonar lo imperdonable, olvidar lo inolvidable y amar hasta la extenuación.
Qué razón tienes Emi, yo he sido víctima de uno de esos encantadores de serpientes de los que hablas: olvidando, perdonando, amando...como si nada. Me pregunto si a ellos les compensará. Serán más felices así? Espero que todo ese "saber" les sirva para se más felices (ellos al menos), porque si no, es para matarlos.
ResponderEliminarTriste en el fondo saberte pasto de la habilidad de algunas personas para hacernos perder parte de la razón y la medida.
Un beso,
ana
¡Hola! La máxima capacidad de encantamiento la tienen las mujeres. Algunas por vanidad, otras por placer, son capaces de subierte a lo más alto, casi hasta al cielo. Después un empujoncito y asomarse un poco para verte caer hasta los infiernos. En ocasiones hasta te tienden la mano para ayudarte a salir de ahí.
ResponderEliminarSe ve que todas las personas sufrimos un poquito por lo mismo; da igual que te toque hacer de hombre o de mujer, puedes acabar bajo el encanto-encantamiento de alguien.
ResponderEliminarSerá quizás que vamos pidiendo a gritos (sordos) que nos encanten, que nos prometan eso que pasa al final de los cuentos.
Siempre buscando fuera lo que podríamos encontrar más fácilmente dentro.
Pero igual son cosas mías...
Yo creo, Ana, que lo/as donjuanes no disfrutan. Todo lo contrario, sufren, porque padecen una compulsión como cualquier otra (comprar, fumar, beber, robar, conquistar). Sin embargo, existen esas personas que tienen un encanto natural, que tocan su flauta y levantan las piedras, sin tan si quiera saber que disponen de ese poder.
ResponderEliminar¡Cuánto tiempo Paco Merlo Ansín!
ResponderEliminarNo estoy segura de eso que afirmas. Yo creo que la capacidad de embrujar no tiene sexo, pero, es cierto que es una creencia muy extendida eso de que las mujeres tenemos "armas", que "pueden más dos tetas que dos carretas", que Eva fue la que ofreció la manzana, que tenemos más picardía, etc, etc. No lo sé. Yo conozco encantadores de todos los sexos.
Marié, yo estoy de acuerdo con la idea de que la felicidad sólo la encontramos dentro, pero las personas que nos rodean pueden facilitarnos mucho las cosas y lo contrario.
ResponderEliminarPor otra parte, a los encantadores de serpientes se les disfruta enormente, al menos hasta que se cansan de tocar la flauta. Sin embargo, no perderán su habilidad, y, con un poco de paciencia,... más tarde o más temprano, volverán a tocarla.
¿Ves, Emi? Si es que de lo que no disfrutes tú...
ResponderEliminarYo también.
Especialmente si sabemos de qué va cada cual en un momento u otro, se puede disfrutar del espectáculo sin llevarnos a engaño -y sin pasar factura luego.
Un beso, Marié.
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