Foto: Escena de amor entre pareja anónima... de sicoactiva
Donde tengo el amor, toco la herida.
Ángel González de Donde pongo la vida pongo el fuego
El enamoramiento aparece en todas las épocas y casi todas las culturas, pero la fidelidad es pura y exclusivamente cultural. A nadie se le ocurriría formar una pareja, una familia, si no existiera una cultura que lo establece como norma. Naturalmente, cuando procrearse era una cuestión de supervivencia de la especie, la pareja resultaba un invento necesario. A la larga, la estructura se consolida en la forma de matrimonio. Pero, a mi juicio, éste no es, hoy en día, ni imprescindible, ni siquiera necesario.
Así pues, aunque el matrimonio sea una cuestión cultural, dentro de la misma cultura es posible encontrar distintos patrones de comportamiento. Por ejemplo, entre la aristocracia y la alta burguesía, donde están en juego títulos y fortunas, la infidelidad puede ser motivo de sufrimiento pero no de divorcio. Esto no convierte a esos matrimonios en matrimonios abiertos, ya que los cónyuges, a diferencia de lo que ocurre en una relación abierta (muy de moda en los años 70 y 80), no deben contarse nada. Cada uno finge que no sabe. Siempre, eso sí, que se mantengan las formas.
Pero, en realidad, ¿qué es la fidelidad? ¿Es la exclusividad sinónimo de fidelidad? ¿Quién es el infiel? ¿El que no mantiene la exclusividad pero siempre está ahí apoyando y ayudando? O ¿el que mantiene la exclusividad pero sueña en silencio con estar con otra? ¿No debería ser la exclusividad el fruto de un pacto?, ¿un pacto de compromiso mutuo, voluntario y renovable?
Algunas personas son (“hormonalmente”) “eróticamente vagabundas”, es decir, tendentes a la promiscuidad. Otras, en cambio, necesitan establecer vínculos sólidos y duraderos. Pero, en general, en el transcurso de la vida, más o menos todos, atravesamos períodos en los que prevalece el primer tipo de tendencia y períodos en que se afirma el segundo. En algunas personas la separación entre fase monogámica y fase promiscua es clara. En otras, en cambio, confusa.
En definitiva, los patrones son muy variados. Existe la promiscuidad absoluta, los amores en cadena (enlazando unos con otros sin solución de continuidad), los amores simultáneos (dos y hasta tres personas amadas a la vez), largas fases de monogamia (sobre todo, frecuente en la fase del enamoramiento), juventud promiscua y madurez monogámica y, finalmente, la más extraordinaria y rara, cuando vives un único y gran amor a lo largo de toda la vida.
Quien lo tenga, que lo cuide.
Así pues, aunque el matrimonio sea una cuestión cultural, dentro de la misma cultura es posible encontrar distintos patrones de comportamiento. Por ejemplo, entre la aristocracia y la alta burguesía, donde están en juego títulos y fortunas, la infidelidad puede ser motivo de sufrimiento pero no de divorcio. Esto no convierte a esos matrimonios en matrimonios abiertos, ya que los cónyuges, a diferencia de lo que ocurre en una relación abierta (muy de moda en los años 70 y 80), no deben contarse nada. Cada uno finge que no sabe. Siempre, eso sí, que se mantengan las formas.
Pero, en realidad, ¿qué es la fidelidad? ¿Es la exclusividad sinónimo de fidelidad? ¿Quién es el infiel? ¿El que no mantiene la exclusividad pero siempre está ahí apoyando y ayudando? O ¿el que mantiene la exclusividad pero sueña en silencio con estar con otra? ¿No debería ser la exclusividad el fruto de un pacto?, ¿un pacto de compromiso mutuo, voluntario y renovable?
Algunas personas son (“hormonalmente”) “eróticamente vagabundas”, es decir, tendentes a la promiscuidad. Otras, en cambio, necesitan establecer vínculos sólidos y duraderos. Pero, en general, en el transcurso de la vida, más o menos todos, atravesamos períodos en los que prevalece el primer tipo de tendencia y períodos en que se afirma el segundo. En algunas personas la separación entre fase monogámica y fase promiscua es clara. En otras, en cambio, confusa.
En definitiva, los patrones son muy variados. Existe la promiscuidad absoluta, los amores en cadena (enlazando unos con otros sin solución de continuidad), los amores simultáneos (dos y hasta tres personas amadas a la vez), largas fases de monogamia (sobre todo, frecuente en la fase del enamoramiento), juventud promiscua y madurez monogámica y, finalmente, la más extraordinaria y rara, cuando vives un único y gran amor a lo largo de toda la vida.
Quien lo tenga, que lo cuide.
Basado en el libro Te amo de Francesco Alberoni. Ed. Gedisa
Y tú qué piensas de todo esto, Emi?
ResponderEliminarTú eres una pedazo de brujaaaa....Jajaja. Ya te lo contaré.
ResponderEliminarcreo que lo principal es ser fiel a si mismo, fiel a lo que uno siente, fiel a su momento, vivir hacia adentro y no hacia las afueras...difícil....muy difícil.
ResponderEliminarNo hay medidas ni patrones, solo ajustes sociales que modifican y aturden con sentimentalismos y conciencias descarriadas cuando no opresoras, para hacer de fidelidad un arma.
Tú lo has dicho, María. Fidelidad a una misma. Esa es la que menos que ninguna se debe defraudar.
ResponderEliminarCreo que la fidelidad " obligada" , por imposición , no sirve... y tampoco tiene sentido.
ResponderEliminarTampoco tienen valía los patrones determinados ni los mandatos sociales.
Ser fiel a uno mismo es indispensable tratando de no herir los sentimientos del otro.
Buen post!
Se queda uno pensando acerca de los vínculos humanos.
Nada sencillo.
Gracias Carmela. Estoy totalmente de acuerdo contigo: no herir es imprescindible.
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