Cuando sigues el ritmo de una canción, lo llevas con una pierna --toc, toc, toc...-nunca con las dos. Por eso todos estamos "sordos de un pie", porque hay uno que no baila.
Fito de los Fitipaldis
A la Madre Teresa, que me enseñó casi todo lo que no sé
A Cristina, la última víctima de mis equivocaciones
La Madre María Teresa de Jesús nos los explicó muy clarito. Yo tendría unos 11 años y, ya fuera porque antes no había aprendido gran cosa, o porque era nueva en ese colegio, todo lo que ella decía y hacía me impresionaba. Esa venerable anciana me tomó mucho aprecio y, lo que son las cosas del querer, cuando te quieren, quieres. Así pues, aunque para la mayoría de mis compañeras era soporífera, yo la escuchaba como si el mismísimo oráculo de Delfos me hablara junto a la fuente de Castalia. Debe ser por eso que todavía recuerdo muchos de los consejos e historias que nos contaba. Es como si la oyera, como si la estuviera viendo -con su hábito inmaculadamente blanco y su voz rotunda: "Niñas, no os equivoquéis. La sinceridad no es decirle a la gente lo fea que es." Yo jamás lo habría entendido de no haber sido por esa manera tan gráfica de expresarlo.
¿Dónde está el límite de la sinceridad? ¿Hasta qué punto una debe callarse cuando está convencida de que tiene ”la verdad”? Nosotras le preguntamos y la madre Teresa nos contestó sin titubear: “Hablad sólo cuando lo que tengáis que decir sea cierto, sea necesario, no se diga para herir sino con cariño y en el momento adecuado. Si alguna de esas condiciones no se da, callad. Pero, si todas están, entonces, no lo dudéis, hablad."
Han pasado muchos años y yo recuerdo la lección pero no la aprehendí. Cometo errores siempre en el mismo punto. Me pierden las palabras y entre ellas me escondo. Saber mantener silencio y no discutir innecesariamente son los objetivos que me he propuesto para el curso 2009-2010. Si alguien tiene ejercicios que me los pase, por favor. Preferentemente busco información sobre cómo
- no ir más allá
- no sacar los pies del tiesto
- no meter la pata
- no pisar la raya
- saberse callar a tiempo.
El modesto consejo que te puedo dar es: escuchar mucho, sonreir mucho y hablar lo justo, aunque meter la pata es consultancial al ser humano.
ResponderEliminarDe todas formas alguno y alguna, se merecen que no nos callemos y hablemos de más.
Me ha gustado mucho la entrada.
Saludos
Sorda de un pié....:-), entonces, el lugar de "ojos de pollo" llevarás un sonotone, no??.
ResponderEliminarCuriosa entrada y, de sorda nada, guapa.
Haces bien en recordar esos consejos porque, de paso, los repasamos todos que falta nos hace.
Pero Emi....no podemos ser perfectos, así que a relajarse, que estás de vacaciones y para lo que hay que oir a veces (solo a veces...) mejor estar sorda de los dos piés.
Un beso.
Pd. si con esa tocaya mía te has equivado mucho, estoy convencida que con este post has purgado tu culpa. Besines.
¡Yupi!
ResponderEliminar, soy el visitante 10.000.
¡Quiero mi premio!.
Bueno...
mejor se lo damos a esta estupenda "blosgera".
I love you.
Firmado: Anónimo.
Hay Emi, Emi, pero si así eres tú, el que te conoce lo sabe y aunque a veces pueda molestar siempre sabemos que nunca lo dices para hacer daño, sino todo lo contrario, no dices lo que el otro quisiera oir, o sí, depende de si es lo que tu piensas, lo que está claro es que ni engañas ni te engañas. Pero date vacaciones, incluso mentales, relájate y disfruta, recarga pilas que seguro que te hacen falta.
ResponderEliminarTú misma nos has dado la respuesta, Emi. Yo la haré servir sempre que pueda:
ResponderEliminarSé "sincera" sólo cuando lo que tengas que decir sea cierto, sea necesario, no se diga para herir sino con cariño y en el momento adecuado.
Hablar, sé que hablaré más; como tú.
Pero que nuestra "sinceridad" no vaya más allá de los límites que marcaba tu extraordinaria profesora.
Al fin y al cabo, nuestra "sinceridad" no es más que un punto de vista entre un sinfín de puntos de vista.
Y, a veces, un ego dolido que sólo quiere imponerse al otro.
Completamente de acuerdo, Marié.
ResponderEliminarBesos.
Aunque el consejo es sabio, te diré que a mi edad (pon provecta antes que se que te gusta la palabra), no puedo ni quiero renunciar al derecho a equivocarme. La única máxima que aplico es la intencionalidad. Nunca obro de mala fé y sólo me convierto en víbora en legítima defensa.
ResponderEliminarAquellos a los que ofendo, sin querer, deben estarme agradecidos, por brindarles la ocasión de ejercitar el perdón que les proporcionará un bienestar superior a la afrenta inocente sufrida.
Esto no incluye los malentendidos, los pisotones y los que soportan el humo de mis cigarrillos...siempre me disculpo por estas causas.
Estoy mayor para pedir perdón por haberme convertido en lo que soy.
Un abrazo a todas...y perdón por el humo vertido en esta hermosa entrada.
Interesante concepto éste que aportas, Arturo: la intencionalidad.
ResponderEliminarSi no hay mala intención, si no hay enfado (el enfado siempre desea hacer daño, por definición), ni siquiera hace falta el perdón, a mi manera de ver.
En realidad, a día de hoy, yo aún no creo necesario el perdón, en ninguna ocasión.
Comprender sí, abrirse lo suficiente para comprender.
Cuando comprendes a la otra persona, o a ti misma (sus/tus limitaciones, perturbaciones mentales, la confusión, el dolor), es suficiente.
Cuando comprendes,
comprendes que no hay nada que perdonar.
Tod@s somos imperfect@s.
Tod@s nos equivocamos alguna vez, y otra.
Pero aquí seguimos, intentando aprender y ser mejores.
Y amar un poco más y herir un poco menos.
A veces lo conseguimos y otras no.
Pero seguimos en el intento.
Besos, Cristina.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos y todas. Me resultan muy interesantes y orientativos vuestros consejos. Me encanta la idea de sonreir mucho y hablar lo justo, sazonado con escuchar un montón que aporta J.Carlos. Y también me tranquiliza lo de la intencionalidad -en eso tiene razón Arturo. Lo de evitar el enfado se dice pronto. Yo ya sé, Marié, que ahí está la clave del éxito, no enfadarse, porque si una no se enfada luego no tiene ninguna necesidad de poner su ego por delante. Mantener a raya al ego es otro buen consejo, pero, como señala Arturo nuestra provecta edad no da para muchos cambios. En todo caso, Cristina y Maripili, trataré de relajarme sin cejar en mi intento de seguir siendo mejor. Rodeada de gente como vosotros, eso no es difícil. No es un halago, ni una forma de daros mi agradecimiento, es lo que siento. Así pues, el premio que quiere Anónimo nos lo repartimos entre todos porque ya son más de 10.000 los bloggeros y lectores que han pasado por el Aquí estoy yo. Muchas gracias a todos. He dicho ¡hala!
ResponderEliminarQueridísima compañera de mus!!
ResponderEliminarCómo he podido estar sin conocer este maravilloso sitio (ES PRECIOSO) y esperar a que recibas 10000 visitas!!! (Bueno, soy la 10001)
No seas tan dramática: sólo a veces te pierden las palabras y eso es porque eres VALIENTE.
De lo que dice la M.Teresa en tu caso son dos condiciones las que te pueden fallar: no siempre e necesario que hables (a veces dices má por lo que callas) y en otras ocasiones te falla el momento elegido, pero tus certezas son absolutamente meditadas y, desde luego,¡nunca quieres herir, siempre hablas desde el cariño porque eres una persona muy, muy asertiva!!
Emi, creo que llego un poco tarde porque muchos veo que se me han adelantado y te han dicho cosas que yo también pienso.En particular apoyo todo lo que dice Marta, más sabia que yo sin duda, pues ella es tu compañera de mus mientras yo soy un humilde aprendiz y principiante en los misterios de este divertido juego.
ResponderEliminarPero por mi aparte añado alguna idea más: por favor, Emi, no nos hagas la Pascua a todos cambiando tu forma de hacer las cosas. ¿Qué sería de nosotros si tú no nos sacases de la monotonía de los días con tus despistes y con tus comentarios ingeniosos? ¿qué sería de nosotros en esas aburridas sesiones monótonas de las reuniones de profesores si tú de vez en cuando no las alterases con tus intervenciones críticas y rompedoras? Por favor, sigue sacando los pies del tiesto, sigue pisando y traspasando todas las rayas y ni se te ocurra callarte cuando seas consciente de que vas a hacer un comentario a destiempo. Todo esto que tú valoras como aspectos negativos tuyos para mí son tus mejores virtudes, es lo que te hace ser tan especial. Quienes quieren hacerte creer que debes corregir esta forma de ser en realidad son tus peores enemigos, porque en realidad les supera esta forma tan LIBRE que tienes de hacer las cosas y eso desbarata su rígida mentalidad. Casualmente estoy leyendo un libro que me regaló Isolina (aunque sospecho que inducida por otra persona que me conoce mucho) titulado "La elegancia del erizo" de Muriel Burbery, y en él entre otras cosas me ha gustado una frase que creo que te viene como anillo al dedo, Emi: verás, la mayor parte de las personas caminamos por la vida como guepardos, pensamos que lo importante es la potencia y la velocidad al caminar, porque sabemos que eso nos permite llegar antes y ser más eficaces; pero las geishas de Japón andan de manera totalmente distinta, con pasos cortos y elegantes, y aunque todos sabemos que su andar no es eficaz, no podemos dejar de admirar la hermosura de sus pasos armoniosos. Digamos que las geishas andan con arte. Pues tú, Emi, eres una geisha: tu andar no es el más eficaz seguramente, no es el más potente, pero te aseguro que en cada uno de tus deliciosos errores las personas que estamos a tu alrededor encontramos una belleza que nos enamora, la belleza del Arte.
Apúntate esta preciosa frase que he sacado del libro:
"El Arte es la vida, pero con otro ritmo".
Por favor, Emi, no cambies tu ritmo...
Tu colega, Fer.
Marta! Que alegria verte por aqui! Hasta ahora no he podido contestar a tu comentario.
ResponderEliminarValiente y asertiva. Me sobran un par de muys, pero no va mal. Esta ha sido una estupenda ocasion para reflexionar y verme con otros ojos.
Gracias, querida mas-que-companera de mus, por estar ahi siempre y ahora tambien Aqui.
Gracias, Fer, tú sí que eres un artista -especializado en el embellecimiento de lo cotidiano.
ResponderEliminarPuede que estés en lo cierto, y es tierno como lo presentas, pero es agotador ir por la vida a saltitos cortos, aunque sean tan elegantes como los de una geisha. Al fin y al cabo, el camino tiene la misma longitud para todos.
"La elegencia del erizo" no tiene desperdicio. Te encantará. En su día hice una entrada con una larga cita de esa novela. Ahí te la dejo por si tienes curiosidad:
http://e-me-lea.blogspot.com/2008/12/fuera-del-tiempo.html
(Tu cita la incluyo ya mismo en mi colección)